«Si la violencia se usa por otros es algo bonito, ¿no héroe?«
Hace unos meses, cuando la serie llegó a España, os comenté las generalidades de My Hero Academia, su fuerte inspiración en el cómic norteamericano, su llamada a tomar el lugar de Bleach y/o Naruto, su apuesta continuista dentro del tan conocido mundo del shonen… Hoy me gustaría hablar sobre aspectos más característicos de la serie, más particulares, que hacen de ella un nuevo producto de éxito dentro del sobresaturado mundo del manga japonés para adolescentes. Porque no os engañéis, tanto en el manga como en otros muchos géneros culturales, al base del éxito se encuentra en el punto de unión entre lo que hemos visto cientos de veces y sabemos que nos gusta (ha ahí el ancla a la que nos agarramos cuando todo lo demás falla) y el punto de innovación que estimula nuestro afán por nuevas sensaciones y nuevos conocimientos que incorporar a los que ya teníamos de partida.
La palabra. Desde hace años, he tratado de reducir los shonen que conozco mejor a una sola palabra que los defina. Si no recuerdo mal, dentro de la famosa terna que ha estado presente desde finales de los 90 One Piece vendría a estar representado por la ‘amistad‘ (o ‘camaradería’ si lo preferís así), Bleach sería la ‘responsabilidad‘ y Naruto vendría a estar ilustrado por la ‘aceptación‘. Así, el manga de Eichiro Oda gira siempre en torno al grupo, el de Tite Kubo tendió siempre a cargar los hombros de Ichigo y el shonen de Masashi Kishimoto se centra en el outsider que busca una familia a la que pertenecer. My Hero Academia aún tiene que desenvolverse mucho más de lo que ya ha hecho para poder dibujar un contorno más nítido, pero de momento, parece bastante claro que la clave que mueve a su protagonista es el ‘esfuerzo‘. Y así, de nuevo, volvemos al primer párrafo. Kohei Horikoshi coge algo que ya conocíamos en estos mangas: el personaje sin un potencial excepcional que lo defina (Lee en Naruto es quizás el mejor ejemplo) e introduce la novedad de convertirlo en el protagonista de su historia.
«La lucha todavía no ha terminado«
Vamos ahora a por las motivaciones. Todo buen shonen representa el viaje figurado o no de un personaje (o grupo) que tiene una meta clara en su mente. Luffy busca convertirse en el Rey de los Piratas, Naruto quiere ser Hokage… Midoriya quiere ser un héroe en un mundo en el que haber nacido sin habilidades lo relega a una posición casi de paria ante la sociedad. El viaje de Izuku es, si nos fijamos bien, uno de los más complejos que se hayan podido tratar en el manga de estas características. Nuestro protagonista, pese a lo colorido de su misión, no busca otra cosa que renunciar a lo que le hace diferente y tratar de parecerse más a los demás. No entendamos esto desde un punto de vista negativo (aunque bien es cierto que la sociedad japonesa premia este tipo de actitudes de ‘uno con el rebaño’), sino que veámoslo como la lucha de un personaje con un determinado grado de ‘invalidez’ (entendiendo esto dentro del contexto en que se desarrolla la historia) que más allá de rendirse, lo da todo por ser considerado uno más en un mundo que nunca le va a regalar nada.
Pero hay otra cosa que define a My Hero Academia y que me llama poderosamente la atención. Se trata del concepto del relevo, del tema del maestro y el discípulo que tantas veces hemos visto en los shonen (Kakashi, Urahara…), pero que aquí cobra un sentido especial al ser la de Midoriya una habilidad intrínsecamente ligada con el concepto de la herencia. Así, la relación entre All Might e Izuku tiene, al menos en esta primera parte del manga, una importancia capital. Está claro que conforme más poderoso se vuelva el protagonista, menos lo será su mentor, pero mientras nuestro protagonista no sea un héroe por derecho propio, será muy difícil contemplar a All Might en una posición de inferioridad frente a Midoriya. Aún y con todo, el concepto del relevo del héroe queda ahí y se vuelve a él casi en cada tomo. Al menos hasta que Izuku tome el manto del Símbolo de la Paz.
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