«Cuando pensaba que todos estaban lejos, mucho más adelante, resultó que siempre estuvieron ahí«
My Hero Academia ha acabado pareciéndose más a series como Naruto o Bleach de lo que estaría dispuesto a aceptar Kohei Horikoshi. Y es que si echamos la vista atrás, el manga de Masashi Kishimoto echaba el cierre con la Gran Guerra Ninja y el de Tite Kubo (si es que se puede llamar cierre a lo que pasó con ese manga) hacía lo propio con la saga de la Guerra de Sangre de Mil Años. Ahora llegan Deku y los suyos y se lanzan a una guerra total contra los villanos y uno no puede sino preguntarse dónde ha leído eso con anterioridad. Me da una mezcla extraña de pena y pereza que esta serie vaya a acabar así.
Pena porque esta colección demostró saber contar cosas distintas cuando se centró durante una larga temporada en desarrollar y profundizar más sobre los personajes de los villanos, pero a la hora de la verdad se ha dejado arrastrar por viejos vicios y ha vuelto a apostar por clásicos de los shonen de antaño que bien podrían estar saliendo de la cabeza del editor de turno en Shueisha. Y pereza porque, una vez metido en materia, Horikoshi resulta aún más dramático que Koyoharu Gotouge con sus Guardianes de la Noche. Y mira que en aquella historia moría hasta el apuntador, pero Horikoshi lleva las cosas a otra dimensión con unas escenas salvajes que no sólo juegan con nuestro corazoncito, sino que también lo hacen con nuestros intestinos. Desde que Shigaraki comenzó su proceso de pupa a mariposa el manga ha estado plagado de escenas que nos han revuelto… y de aquello ya han pasado casi diez tomos. Casi nada.
«Ya entiendo. Tú nunca has tenido amigos, ¿no?«
No voy a negarle a esta serie de Planeta Cómic el hecho de que la intensidad de sus últimos tomos ha seguido siempre una espiral ascendente brutal. Cada batalla cuenta, cada enemigo derrotado y cada pequeña victoria suponen mucho, pero cada derrota y cada sacrificio significan un conjunto de sueños y posibilidades que se esfuman en la niebla. La gran diferencia con la historia de Gotouge que mencionaba antes es que en aquella gran parte de los personajes ya se habían despedido del mundo cuando se lanzaron a una guerra contra unos demonios mucho más poderosos que ellos. Lo mismo ocurre con la recientemente animada Jigokuraku (Hell’s Paradise en inglés), cuyos personajes partían con la condición de condenados a muerte y sus ejecutores. Aquí, sobre todo, hablamos de adolescentes con toda una vida por delante que son lanzados a una batalla que ellos no pidieron y de la que no todos van a regresar.
Aunque quizás sea que no tengo el cuerpo yo para tanto drama. Vivimos en una época en la que los isekai (mangas y animes que nos presentan a un protagonista que viaja a otro universo) han tomado las redes y las plataformas digitales por la fantasía que ofrecen de una segunda oportunidad en un mundo, el real, que no ofrece ninguna y que hace tiempo que dejó muy atrás a toda la fantasía. Con la realidad en modo difícil, me resulta complicado subirme a una historia en la que los buenos son masacrados por el hecho de ser buenos y los malos siempre están a unas décimas de segundo de la masacre total. Para eso sólo tengo que encender la tele y poner el telenoticias.
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