«¿Y si mueres otra vez?«
No ha llovido ni nada desde julio, cuando Planeta sacó el My Hero Academia #39. Tanto tiempo ha pasado que en Japón no sólo se ha publicado ya el capítulo final del manga de Kohei Horikoshi, sino que también ha visto la luz el último volumen de su recopilación en tomos (el que será el número cuarenta y dos y que, si seguimos así, verá la luz en España en octubre de 2047). Así pues, pasear por las redes sociales se ha vuelto aún más complicado si cabe y los spoilers pululan con tal libertad que casi es obligado buscarse la vida para leer lo que queda antes de que a la editorial española le de por editar los dos tomos que faltan (imagino que esto les vendrá de perlas para las ventas…). En fin, no soy editor y seguro que se me escapan muchas cosas así vayamos con el tomo que ha visto la luz este mes en España, que está reuniendo lo mejor (¿y lo peor?) de los shonen de peleas de toda la vida y ha sido un completo disfrute de principio a fin.
Cerramos el tomo anterior con la entrada en escena de alguien que ya no esperábamos ver en el campo de batalla. Para muchos de nosotros Kamino se convirtió en el escenario de la batalla final entre All Might y All For One (AFO), era allí donde se veían las caras por última vez, cuando Toshinori quemaba las últimas reservas del poder que había heredado de su maestra y señalaba a Deku como el portador de la responsabilidad de convertirse en el nuevo símbolo de la paz en una sociedad dominada por los dones. Sin embargo, Horikoshi nos tenía reservada una vuelta de tuerca que no hace sino acrecentar la imagen que tenemos de él como un verdadero amante de los cómics norteamericanos de superhéroes. Así, al final del tomo anterior regresaba All Might, cual Caballero Oscuro, con una armadura hecha para replicar la mayor parte de los poderes de sus alumnos en un intento desesperado por frenar a AFO y ponerle las cosas un poco más fáciles al bueno de Midoriya.
«Quiero un mundo en el que todos existan sólo para mí«
La pelea entre All Might y AFO es tan dura y sucia como podamos esperar, pero no son los espectaculares giros de guión lo que es más importante aquí, sino la capacidad de All Might para seguir inspirando a miles de personas de todo el globo con su voluntad y su capacidad de sacrificio. Horikoshi vuelve a reivindicar una vez más, y ya lleva unas cuantas, que el héroe más grande puede ser muy distinto dependiendo no sólo del momento histórico, sino de quién lo perciba como tal e, incluso, de las virtudes que elija mostrar el héroe en cuestión. All Might fue durante años la roca inamovible contra la que se estrellaban los villanos. Tras él Endeavor se convirtió en la justicia furiosa que hace arder a un mal que se empeña en propagarse. Este regreso de All Might no lo coloca en su posición inicial, sino que reivindica el héroe que no sabe cuando rendirse porque se deja hasta el último aliento en proteger a quienes le preocupan.
En esa misma línea nos encontramos con la otra gran estrella de este tomo, un personaje que casi llegamos a percibir como villano y que, cuando le vemos sonreír casi con dulzura en este tomo, logra que se nos salten las lágrimas. La batalla que entablan con AFO no sólo es espectacular y una muestra de lo bien que conoce el mangaka el género, sino que hace justicia a dos personajes importantísimos en la vida del protagonista de este manga, un protagonista que apenas sí sale en un par de escenas porque lo importante, lo que de verdad deja huella en este tomo, pasa más allá de la batalla de Midoriya contra Shigaraki.
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