Hoy, y después del binomio que formó en Planet Terror y Death Proof con Quentin Tarantino, ha finiquitado el último y bizarro film ambientado en la corrupción fronteriza entre EEUU y México, y que surgió de una serie de spots autónomos sobre películas inexistentes en el que Machete destacó. Si el tratamiento es surrealista al más puro Raoul Ubac o André Breton, la temática es más real que la crisis actual: En Estados Unidos se han pensado medidas estatales para frenar la inmigración mexicana en Arizona, Estado fronterizo con el país del picante y el tequila y en el que se intentó aprobar una ley que permitiera detener a cualquier viandante que pareciera sospechoso de ser un sinpapeles. Pero por suerte para este Estado se derogó antes de que llegara Machete con su improvisación.
Entre todo este reparto de lujo destaca el exconvicto y clásico mexicano duro Danny Trejo, que es Machete, un ex policia federal de México al que el jefe mafioso Torrez, interpretado por Steven Seagal, le tendió una trampa en la que perdió a su familia y que le llevó a refugiarse en Texas para olvidar el pasado. Luego se introduce la venganza y coincidencia a través de la campaña de un senador, De Niro, cuya política anti-inmigración es la clave de un proceso para transportar la droga en la frontera y en la que Machete se verá implicado por Jeff Fahey mientras intenta limpiar su nombre a machetazos.
Con todo lo dicho, lo claro y bien visible es que Robert Rodríguez nunca será Tarantino. No lo será porque el director de Reservoir Dogs siempre cierra y cuida todo al límite: Los diálogos y las escenas de lucha son para recrearse dentro de la absurdez imperante con un estilo único que desprende sutileza en cada plano. Rodríguez aprueba en los diálogos, pero en el resto vuelve a suspender, algo ya habitual en esta sombra tarantiniana que no sé porqué siempre ha contado con su apoyo desde los inicios de ambos con la destacada y, para mí, mejor obra de Rodríguez: Abierto hasta el amanecer.
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