«No estoy seguro de qué estoy haciendo aquí«
Mucho antes de las capas y los uniformes de lycra y látex ya existían los héroes. Antes de aquella mítica viñeta de Superman levantando un coche el imaginario colectivo ya había dado a luz a un número considerable de justicieros enmascarados que actuaban allí donde la ley parecía no poder llegar. Fueron los tiempos de El Zorro, de Green Hornet y de tantos otros que apenas han llegado a nuestros días convertidos en meras caricaturas de sí mismos (como en el caso de la desastrosa película de Michel Gondry) mientras que su nombre estaba en boca de todos en su época dorada, aquella en la que la televisión no era el instrumento con el que alienar a las masas y la radio y los medios impresos se dedicaban a rellenar los huecos de ocio que daba una vida más dedicada al exterior que al interior de nosotros mismos.
Chris Roberson (iZombie, Do Androids Dream of Electric Sheep?: Dust to Dust) se alía con uno de los mejores dibujantes de cómic sobre la faz de la Tierra. Alex Ross, para homenajear a toda esta horda de personajes olvidados en uno de los crossover más inverosímiles y entretenidos que se han ideado en las últimas décadas. Roberson y Ross pintan un escenario tan poco creíble como tristemente realista (¿criminales fundando un partido político? ¿dónde?) en su concepción más extrema para poder reunir a algunos de los personajes más llamativos de la primera mitad del siglo XX en una aventura construida a su medida.
«No creo que podamos sacarle muchas más respuestas«
La historia, con una ingente cantidad de ingredientes del cómic pulp del que hemos hablado tantas veces por aquí, da de sí lo justo como para constituirse en un relato iniciático de una Liga de los Hombres Extraordinarios que echase sus redes en los personajes y creaciones de la cultura popular de principios del siglo XX en lugar de hacerlo en los caracteres de la novela romántica de mediados del XIX. Sus protagonistas responden a los arquetipos según los cuales fueron creados por primera vez hace muchos años y sólo quien se esconde tras la máscara del Zorro tiene algo más de recorrido a la hora de presentarse frente a los lectores. Tampoco se le puede exigir nada más al cómic, que cumple con creces con su objetivo inicial de rescatar a estos mitos del olvido al que fueron desterrados para darlos a conocer a toda una nueva generación de lectores.
Alex Ross vuelve a firmar un trabajo formidable. El otro día hablando con Gonzalo Olmedo, compañero de esta revista, él resumía en una frase nuestro sentir con respecto a este artista: «Es un tío que hace que te sientas culpable de pasar las páginas de sus cómics«. Y es verdad, cada viñeta de Ross es una pequeña obra de arte trabajada con un nivel de detalle que la lo quisieran muchos para sí mismos. Obviamente, su estilo no es el idóneo para muchas de las publicaciones que vemos en el mercado, pero cuando damos con una en la que sí lo es (como ésta sin ir más lejos), es imposible no disfrutar con el trabajo de quien pusiera los dibujos de la fabulosa Kingdom Come.
Aleta nos trae de golpe los 8 números de esta miniserie en un tomo acompañado de suculentos extras (mucho ojo a quiénes firman cada una de las portadas alternativas de la colección) y que cuenta con nada menos que El Torres (¿acaso necesita introducción?) como traductor y rotulador del proyecto. Casi nada chavales.
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