Vale. Sí. Me estoy columpiando. Ya hemos hablado en La Noche Americana de otras aportaciones al universo del Caballero Oscuro por parte de Ed Brubaker y recopiladas por ECC (El Hombre que Ríe, Gotham Central) y lo cierto es que ya lo hemos reverenciado de casi todas las formas imaginables a través de estas líneas. Pero es hoy cuando le quiero dar la bienvenida, porque hoy no hablamos de una de las series satélite del Cruzado de la Capa (por buena que ésta sea), ni hoy hablamos de una historia corta escrita al amparo del contrato de exclusividad que, por un tiempo DC ostentó con este autor, sino que comenzamos, por fin, a recopilar la etapa del autor al frente de la colección principal del héroe que se extendería por algo más de dos años y nos dejaría con algunos momentos verdaderamente interesantes y un retorno a las estructuras más básicas del héroe que no le vendría nada mal con el comienzo del presente siglo.
El guionista que inmortalizó la escena del embalse de Gotham para el Joker aparca a la galería más colorida de los villanos de Batman para centrarse en la más mundana mafia gothamita. El movimiento, fácil de entender en el autor que más ha hecho por el departamento de policía de la ciudad gótica, obliga al Caballero Oscuro a dejar de lado a psicópatas y metahumanos para sumergirse en las pantanosas aguas del lado más grisáceo de la ley, en el que sólo hay medias verdades y donde más habitualmente vemos desarrollarse a la ciudad que vio nacer a este justiciero. Al igual que hicieran los Nolan unos años después con Batman Begins (2005), el autor escribe sobre el enemigo que reside en lo más profundo de Gotham y al que nuestro protagonista más le cuesta derrotar: la propia corrupción de la ciudad.
«¿Por qué parece que algunas heridas nunca se curan…?«
Brubaker insiste en presentarnos a un Batman falible y demasiado consciente de sus debilidades. Que ofrece una cara de invulnerabilidad y poder al mundo mientras las dudas y sus propios errores lo corroen por dentro. Es tanto así que Batman tiene, en este tomo, más momentos de humanidad desnuda que el propio Bruce Wayne. El guionista lanza contra nuestro protagonista desde antiguos aliados hasta amores de la infancia para mostrarnos la amplísima gama de grises en que se mueven sus personajes. El tema de la redención es tocado una y otra vez, pero más que como una seña de esperanza como una muestra de lo podrido que está el mundo y de lo infantil que puede llegar a ser a veces la cruzada que el propio héroe comenzó cuando vio morir a sus padres frente a sus ojos en el Callejón del Crimen.
Todo esto, Brubaker nos lo ofrece a través de una trama enrevesada en la que todo está mucho más conectado de lo que parece a simple vista y que dista mucho de quedar del todo resuelta en el presente tomo (en junio llegará a tal fin a nuestras librerías la continuación, Batman: La Escena del Crimen). Más curiosa me parece la elección del dibujante que iba acompañar al autor en este viaje. En lugar de Doug Mahnke, es Scott McDaniel quien dota de forma y color a las ideas del guionista. El estilo del dibujante, cercano al de la serie animada de los 90, descoloca en un primer instante, pero uno rápidamente se hace a él (entre otras cosas porque dota a los personajes de una enorme plasticidad y permite escenas inverosímiles y espectaculares al mismo tiempo). La edición de este volumen por parte de ECC nos llega a un precio muy similar al de otras de su mismo grosor en esta editorial (unos 30 euros), pero no hemos de esperar ninguna clase de extra. Ya veremos si podemos disfrutar de alguno en la próxima entrega de Grandes Autores de Batman.
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