«Esto no va a terminar bien, ¿verdad?«
Tal y como dijera Abe Simpson, corría el año 2012, en esta revista éramos un poco más jóvenes y un poco (poquísimo) más lelos e ignorantes. Y comenzamos a escribir sobre cómics. ‘¿Por qué no? Parece un buen complemento para la revista‘. ECC, la primera editorial en atreverse con nosotros estaba por aquel entonces publicando una colección en tapa dura titulada Grandes Autores de Batman. Y ahí fue donde leímos (y reseñamos) al Batman de Frank Miller, y al de Paul Dini, y La Broma Asesina y Silencio y La Secta… y, cómo no, el aclamado Batman de Jeph Loeb y Tim Sale. Con su Largo Halloween y su Victoria Oscura. Y con Catwoman: Si vas a Roma, una especie de epílogo para la trama principal en el que Selina Kyle viajaba a la capital de Italia en busca de sus raíces acompañada por Edward Nigma y que se convertía en una excusa para que Sale vertiera parte de sus mejores obras artísticas en un único álbum.
Ahora, ocho años y más de dos mil seiscientos artículos comiqueros después, vuelvo a encontrarme con este cómic, esta vez bajo las alas del sello DC Black Label, con un diseño de portada ligeramente reformado y con esos tonos en negro que la editorial se reserva para todos los clásicos bajo esta denominación. Pero con la misma maravillosa historia bajo el capó y con el mismo aroma a gran derroche artístico en todas y cada una de sus páginas. Catwoman: Si vas a Roma vuelve a ser, como en nuestro primer encuentro, una historia en la que Batman sólo aparece para perturbar el sueño de su protagonista absoluta, una mujer cuyo único miedo consiste en llegar a depender en alguna ocasión de la ayuda de alguien y con las mismas (y a veces más) capacidades y recursos que los del Mejor Detective del Mundo para salir airosa de cualquier situación y en cualquier parte del mundo.
«Intenta responder a mi pregunta sin hacer otra pregunta«
Catwoman: Si vas a Roma es un gran cómic os hayáis leído El Largo Halloween o no. Es una historia que funciona de forma completamente independiente a aquellas en las que se ancla, y a las que apenas sí hace alguna referencia de pasada, sin más intención que la de decirnos que Gotham sigue allí, a miles de kilómetros de distancia, con su mugre y sin pasta, arte ni moda europea. Gira en torno a un misterio original (las sospechas de Selina acerca de su ascendencia), pero enseguida se abre a nuevas incógnitas y sabe mantenernos en vilo durante todo lo que dura el cómic. Y cuando, al final, se descubre el misterio, nos quedamos con el mal cuerpo de ser nosotros solos los que sepamos toda la historia por boca de sus protagonistas. Todo esto regado por un arte como pocas veces habréis visto en un cómic. No es que Tim Sale se marque un hiperrealismo a lo Alex Ross, sino que nos hace viajar por Europa de la mano de unas viñetas que nos sacan por completo del hormigón y el cemento de las grandes ciudades norteamericanas y se regala en unas portadas que son un auténtico delirio, inspiradas por el arte del ilustrador francés René Gruau.
En el lado negativo de la balanza tenemos un tomo que, quitados los aderezos estéticos de la portada y el borde ennegrecido de las páginas, es exactamente el mismo que leímos hace ocho años. Misma introducción de Mark Chiarello y mismos extras escasos en forma de unos cuantos bocetos acerca del proceso de creación de este cómic. Todo ello por un precio que, como todo en esta vida, ha subido desde que lo leyéramos por vez primera (concretamente, este tomo es unos cuatro euros más caro [veintiuno frente a dieciséis y medio] que su predecesor). Ya lo he dicho otras veces, pero echo de menos que la línea más ‘deluxe’ de ECC sea un poco más… deluxe.
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