«Habéis fallado a todas las personas que quiero«
Os pongo en situación. DC Comics decide un buen día cargar los camiones de mudanza y llevarse sus oficinas de costa a costa, de Nueva York a Los Angeles, para estar más cerca de los estudios de Warner Bros. en Burbank que, al fin y al cabo, les están pagando parte de las facturas que no alcanzan a cubrir por su desastrosa racha en ventas, doblados en número de cómics e ingresos por Marvel y sin ningún cómic entre los veinte más vendidos. Pero como las mudanzas son un misterio insondable que pocos humanos alcanzan a comprender y trasladar todos los ordenadores y los lápices con goma mascada va a llevar un tiempo indeterminado, la editorial se saca de la manga un «gran evento del año» que reunirá en una sola colección a los héroes y villanos de algunas de las series más aclamadas del pasado reciente bajo la batuta de una manada de jóvenes guionistas buscando la alternativa mientras que los Morrison, Snyder, Lemire y demás son presumiblemente empaquetados junto a los ordenadores y los lápices en cajas en las que ponga ‘This Side Up‘.
La premisa de partida comienza a provocar escalofríos sin siquiera saber de qué va a ir el crossover. Y eso es malo. Que el motivo para hacer un cómic sea que no nos apetece hacer un cómic da bastante cosica.
Pero es que luego nos enteramos del argumento. Y primero estamos extrañados, luego boquiabiertos y, finalmente, acabamos arrojando el cómic a un extremo de la habitación, enfadados. Molestos por habernos gastado casi 30€ en un evento que no vale ni para envolver pescado (y que ECC no se ha atrevido a sacar en grapa por aquello de no quedarse con una remesa de números enorme sin vender, bravo por su sentido comercial, en serio). Convergencia está repleto de momentos inexplicables, agujeros en la trama del tamaño de ciudades y desprende un aroma en general a historia prescindible que aterra.
«¿Cómo hemos llegado a esto?«
Se nos vende que Convergencia es consecuencia directa de las dos series semanales El Fin del Mañana y Earth 2: World’s End. Bueno, no he leído la segunda (aunque por el título y por los primeros compases del crossover algo me imagino), pero decir que es heredera del estupendo cómic de Brian Azzarello, Jeff Lemire y compañía es estar varios grados por encima de la generosidad al hablar del evento. Vale, Brainiac está en el fondo de la cuestión, como también lo estaba en El Fin del Mañana, pero al igual en la serie que acaba de terminar, su participación es casi tangencial y, además, parte de una incongruencia argumental difícil de digerir (básicamente, esos cinco años en el futuro en los que se desarrollaba la colección protagonizada por McGinnis).
Pero incluso comulgando con piedras de molino y aceptando el punto de partida que nos proponen Jeff King y Scott Lobdell la serie comienza rápidamente a hacer aguas. Los desdichados supervivientes de la escabechina de Tierra 2 aparecen por arte de magia en un planeta gobernado por un minion de Brainiac (¿por qué necesita un subalterno un villano capaz de autorreplicarse?) encargado de guardar su enorme colección de ciudades embotelladas el cual, como tiene mucho tiempo libre y se aburre, decide liberar a sus habitantes y hacerlos luchar entre sí. Pero si ya es alucinante que un tipo bajo el control directo de uno de los peores enemigos de Superman decida ponerse a jugar con sus juguetes, peores son los habitantes de las ciudades embotelladas, que deciden alegremente lanzarse a la destrucción y la violencia porque, de nuevo, no parecen tener nada mejor que hacer.
«Ya has hecho bastante daño«
Entre medias, los héroes de Tierra 2 van dando bandazos de una ubicación a la siguiente sin rumbo fijo ni una intención clara. Dick Grayson, el único que parece tener dos dedos de frente dentro de esta locura, hace muy poco por detenerla… pero es el único que consigue resultados. En amplios pasajes de la miniserie da la clara impresión de que los autores sabían a dónde querían dirigirse, pero no cómo ni qué harían una vez llegado al siguiente punto. Haciendo del crossover un enorme despropósito que, cuando da su primer giro argumental al final del primer tomo, hace ya algún tiempo que dejó de interesarnos y cuando da el segundo y definitivo, nos tiene tan confundidos e incrédulos que no sabemos si reír o llorar.
Lo peor de todo es que, encima, es un evento sin consecuencias. Todo pasa para que no pase nada y con la última página del crossover nos damos cuenta de que su lectura ha sido una total pérdida de tiempo al no influir en nada ni en nadie (si acaso, puede que en alguna serie secundaria). Cuando hace meses reseñamos y alucinamos con la pavorosa Axis de Marvel no conocíamos de qué era capaz Dan DiDio (el co-editor en jefe de DC empeñado en hundir su compañía y que ya cuenta con recogida de firmas pidiendo su despido). Al menos la inversión marvelita tenía consecuencias en personajes del calado de Iron Man o Dientes de Sable, pero Convergencia no ha servido para absolutamente nada. Bueno, sí, para calzar muchas mesas cojas.
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