«Esta llama eterna nunca se apagará«

El pasado 12 de diciembre, en el transcurso de una charla con Salvador Larroca acerca de su implicación en la serie de Darth Vader, el dibujante valenciano nos comentaba la gran dificultad para hacer que el clásico villano de Star Wars se convirtiera en el protagonista de una serie. El problema, nos decía, radicaba en que Vader no debía ser percibido como el malo de la historia, sino como una especie de ‘miembro de las fuerzas especiales’ del Imperio enviado a acabar con unos terroristas (la Alianza Rebelde) que amenazaban con dinamitar la estabilidad del gobierno.

Algo muy parecido pasa con el séptimo volumen de El Multiverso. La realidad en la que se desarrolla la historia es la de Tierra-10 y, por tanto, su protagonista es el Superman nazi que viéramos por primera vez en 52. Grant Morrison retoma la historia de Overman tras su regreso de la Crisis Final que él mismo guionizó y lo injerta en un mundo en el que los nazis han terminado por imponerse, barriendo y aniquilando a cualquier resistencia hasta el punto de que el inglés pase a considerarse una lengua muerta. Todo esto no invita precisamente a comulgar con el personaje, pero entonces el escocés nos muestra cómo la supuestamente oscura y tenebrosa sociedad nazi no se diferencia mucho de la norteamericana que emergió de la II Guerra Mundial y es en ese momento cuando nos comenzamos a cuestionar las cosas.

«No habrá rincón de vuestro pérfido imperio adonde no lleguemos»

De pronto, Overman no es tan distinto del Superman que todos conocemos. No sólo eso, sino que su horror por las atrocidades cometidas en su ausencia y, sobre todo, la facilidad con la que el Batman de este universo justifica la barbarie en nombre del único orden que han conocido a la par que exige no ser castigado por los pecados de sus padres contribuyen a establecer una nueva perspectiva desde la cual el superhéroe vestido de gris, negro y rojo nos parece mucho más cercano.

El Multiverso: Los Maestros

Esta es la genialidad de Morrison en un número que ilustra magistralmente Jim Lee. El guionista utiliza uno de los personajes más polémicos de la DC del siglo XXI para tratar de entender no ya los fascismos, sino a los individuos corrientes que nacen en su seno, y para establecer una comparación tan dura como sana entre estos y aquellos que, en definitiva, se diferenian de ellos en que ganaron la Gran Guerra.