«¿Rendirme? No, sólo voy a morir«
Nos llega un nuevo ejercicio de imaginación de los que se estilan tanto en DC a través de su línea Otros Mundos. ECC pone a la venta Robin 3000, el compendio de los dos números norteamericanos de la miniserie escrita por Byron Preiss (novelista más conocido por su obra Dragonworld) y Steven Ringgenberg (de Dark Horse, le ayudó a trasladar la historia a las viñetas) y dibujada por P. Craig Russell (le acabamos de ver en la adaptación al cómic de American Gods). El cómic, de 1992, nos lleva mil años adelante en el tiempo a una época en la que la humanidad ha pasado a vivir bajo el yugo de una especie alienígena que llegó a nuestro planeta con engaños y la llave de nuestra salvación y muy pronto se quitó la careta para instaurar una suerte de dictadura intergaláctica a la que sólo una familia (los Wayne, por supuesto) parece hacer frente de manera efectiva.
Más allá de la historia, este tomo es interesante porque es una de las pocas incursiones en el territorio de Otros Mundos de un personaje que no sea uno de los de la santísima trinidad deceíta o una reimaginación de la Liga de la Justicia. A principios de los 90, cuando Marvel se dedicaba a plagar las tiendas de cómics con personajes hiper-hormonados y se revolcaba en una de sus peores crisis editoriales, el personaje de Robin (sin poderes, joven, descarado y mucho más humano que el resto de héroes) vivió un gran momento de fama, dando una pista a los editores de lo que los lectores querían leer en lugar de a tipos ulra-musculados y mujeres con bastante menos ropa de la necesaria. Aupados en esta ola de interés por el personaje los señores de DC lograron que Preiss (enfrascado en aquella época en su colección de The Ultimate…) les escribiera una historia sobre Thomas Wayne, un descendiente lejano de nuestro Batman que sería, además, sobrino del Caballero Oscuro del año 3000.
«¡Han fijado sus rayos tractores!«
Tras un primer acto original e interesante en el que conocemos a un cultivado Tom (cita a Sheakespeare a la primera de cambio) que busca continuar con el legado de su padre y su tío y librar a la humanidad del yugo skulp, nos encontramos con una segunda parte que copia formas, frases y tramas a Star Wars de una manera tan sonrojante que uno termina por salirse del relato. Es una pena, porque la historia de base de la que parte Preiss nos pone en contacto con temas tan actuales como la manipulación de la opinión pública y el control de las masas a través del manejo de su bienestar (una sociedad esclavizada, pero adormecida por una falsa sensación de seguridad). La cosa se va torciendo tanto que el cómic quedó inconcluso, a falta de una tercera parte que nunca llegó y que no se la espera (el escritor falleció hace algo más de diez años) en la que un Robin demasiado cercano al concepto de Luke Skywalker debería liderar a la rebelión contra la raza opresora mientras su gran enemigo era lanzado al espacio en una cápsula que recordaba demasiado a la escena final del Episodio IV.
Sin duda, una de las cosas más positivas de este cómic sea la posibilidad de conocer al P. Craig Russell de hace más de veinticinco años. Es alucinante comprobar la evolución artística del dibujante, pero gusta aún más el poder establecer nexos de unión entre ambas etapas del artista y disfrutar de los métodos y los intereses artísticos de del Russell de aquella época. Robin 3000 se presenta como un intento algo fallido de ensalzar al sidekick de Batman y una rareza sólo interesante para los fans del personaje.
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