«¡¡Estaba escrito que teníais que morir!!«
Ya decíamos con el anterior número que había llegado la hora de las tortas, que tocaba concatenar grandes combates uno tras otro en una serie que, si ningún giro de guión lo impide, nos llevará de la mano hasta la batalla final de los Matademonios contra Muzan, el ‘padre’ de todas estas pesadillas nocturnas. Nos quedamos en aquel Guardianes de la Noche #16 con una desigual pelea entre la Segunda Luna Superior y Shinobu Kochô, quizás el Pilar del Cuerpo Matademonios con menor fuerza física y un estilo más elegante y sibilino (a través de sus venenos). Seguimos al principio de este volumen con este enfrentamiento y aún nos quedará hueco para ver en acción al bueno de Zenitsu (¡luchando él solo!) y a nuestro protagonista y a Giyû reencontrándose con un viejo enemigo de una aventura que nos queda ahora ya muy lejana.
Se trata de un número que deja poco margen a la reflexión, centrado como está en las grandes peleas que van a decidir el futuro de este Japón alternativo, pero que comparte un tema central entre sus tres partes que no se nos puede pasar por alto (máxime cuando un capítulo directamente lo menta en su título): los sucesores. A la batalla de Shinobu vemos como se incorpora su aprendiz más reciente, Kanao, para tratar de emular y superar a su maestra cuando el enfrentamiento se vuelva más salvaje y destructivo. La pelea de Zenitsu contra la Sexta Luna Superior hunde sus raíces muy profundamente en la relación de los dos contrincantes con el maestro del usuario de la respiración del trueno. Y la de Tanjirô y Giyû vuelve a traer a colación a los maestros que los han convertido en los expertos espadachines que son hoy en día. Y de fondo vemos a un sucesor más, el de la cabeza del Cuerpo Matademonios, en algunas de las escenas más duras de este tomo.
«No haces más que escupir a la cara de quien sea que se cruce en tu camino«
Koyoharu Gotouge vuelve a evitar que su protagonista luche solo (ya bastante me ha flipado que sí que lo haga con el pobre de Zenitsu), pero ya no tenemos en las páginas de la colección que nos trae Norma Editorial a un chaval inexperto que se ve superado por la fuerza y la determinación de sus oponentes y sus aliados, sino a un auténtico Guardián de la Noche que combate de igual a igual contra una Luna Superior en su camino en busca del rey de los demonios. Sin embargo, los enemigos a los que se enfrenta cada personaje de este tomo vuelven a superar ampliamente a los simples humanos y entra entonces en juego la capacidad de estos para jugar en equipo, primero, y para aprender de todo lo que han vivido hasta el momento. Y para que esto pueda darse entran en juego las enseñanzas de los muchos maestros que este manga nos ha ido mostrando.
Hasta en este sentido Guardianes de la Noche es diferente de otros shonen. Porque los discípulos no superan a los maestros de una manera tan vistosa que estos queden impresionados, sino que lo hacen de la manera orgánica de quien ha dispuesto de más tiempo para aprender y perfeccionar las técnicas de quienes le han precedido. A mi entender, esto dota de una cierta dosis de realismo a unas batallas en las que no de los contrincantes puede deformarse, regenerar partes de su cuerpo e, incluso, multiplicarse a placer. Guardianes de la Noche ha pisado el acelerador de manera descarada, pero no renuncia en ningún momento al ADN que ha hecho de éste un manga único.
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