«Para empezar, morí. Mala suerte, me desperté en el infierno«
Hace ya casi diez años que cayó en mis manos La Serpiente de Agua, de Tony Sandoval, y ahora vuelvo a encontrarme con el arte de este mexicano, esta vez compañero de los guiones de Stephen Desberg. Al belga apenas lo hemos llegado a catar por estos lares, pero es toda una institución en el país vecino (el décimo en ventas totales y autor de sagas como Le Scorpion), de Sandoval recuerdo un trazo que no terminaba de encantarme, pero al que uno acababa por acostumbrase e, incluso, disfrutar. Al dibujante que me encuentro en este tomo de Nuevo Nueve es a uno mucho más refinado que, sin abandonar su estilo, ha logrado pulirlo y convertirlo en algo bastante atractivo en cada una de las páginas de la locura que este cómic de demonios y condenados.
Desberg y Sandoval nos llevan de cabeza al infierno para que sigamos a un peculiar grupo de condenados en su intento de fuga de regreso al mundo de los vivos. Desde Jack el Destripador hasta Isabel de Castilla (en el infierno por haber impulsado la Inquisición Española y haber dado poder a Torquemada) tenemos a un grupo muy loco de diversas culturas (bueno, sólo occidentales y en su mayoría europeos) y épocas viajando por unos escenarios de pesadilla mientras van cayendo, a veces a manos de los demonios que les persiguen o, en otras muchas ocasiones, víctimas de sus propios vicios y de los mismos errores que les llevaron a vagar entre los caídos en primer lugar. Falla el cómic, quizás, en un exceso de personajes que ir aplastando y, de hecho, gana enteros cuando los supervivientes son pocos, puesto que sus historias son entonces mejor desarrolladas y sus diferentes caracteres son bastante más explorados.
«Antaño los demonios abrieron un camino que sólo ellos podían tomar«
Entre toda esta marabunta de pecadores tenemos a nuestro protagonista, que nos es vendido como alguien mucho peor, más oscuro y maldito que todos a quienes acompaña, [SPOILER] pero que termina siéndonos revelado como un simple soldado a las órdenes de sus superiores y muerto por los recelos de los mismos ante sus capacidades extraordinarias. ¿Debería estar en el infierno? ¿Deberían estar en él todos los soldados de todos los tiempos? ¿Está el infierno lleno de las almas perdidas de los jóvenes que fueron engañados par luchar por lo que ellos creían que era lo correcto? Lo dudo. En el infierno sí que deben abundar seres como el nazi que nunca siguió la ideología del Führer, sino que se aprovechó de ella para poder matar, saquear y violar a placer. O como Locusta, que sabía el mal que hacía, pero se escudaba en las órdenes recibidas. O como Gesualdo, que culpaba a los demonios lo que la locura y los celos le llevaron a cometer.
Lo mejor de este cómic, ya lo he dicho y lo repito, es el dibujo de Sandoval. Aunque hay momentos en el que el mismo se ve un poco difuminado, lo cierto es que en Volage abundan las viñetas en las que el artista está verdaderamente inspirado, regalándonos algunas imágenes perturbadoras, sí, pero ciertamente hermosas e hipnóticas. Fiel a su estilo, pero mucho más atractivo que aquel que conociéramos hace ya casi una década de la mano de una editorial que no debería ser nombrada.
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