Panini Cómics nos trae de nuevo una entrega doble de las aventuras de Ben Reilly como Spiderman en el marco de la saga Beyond. Número «especial», pues se trata del número #50 desde que dejaran los clásicos tomitos en rústica a favor de la grapa. Al guion repite Cody Ziglar y se suma Saladin Ahmed, quienes cierran las subtramas abiertas en el útlimo episodio respecto a Otto Octavius y Miles Morales.
«¿Misión? ¿Pero quién narices eres tú?«
Empezamos con el villano con complejo de pulpo. El primero de los capítulos incluidos en esta grapa sigue a la incansable tía May y a su villanesco ex en la búsqueda de respuestas al mal que aqueja a Peter, en coma desde los primeros compases de la etapa que nos ocupa. Desesperada, May acude a Octavius ante la inacción de los médicos que atienden a su sobrino, que no tienen ni idea de qué tipo de radiación le está matando. Cody Ziglar dirige al dúo en una investigación que rápidamente se descontrola, dando paso a las dinámicas normales de cada uno: Otto haciendo cosas villanescas y May emitiendo juicios morales. Trama con muy poco interés, que recupera actitudes de ambos personajes superadísimas desde hace mucho y que se olvida tan pronto se lee. ¿Su valor? Dar salida a la problemática del coma de Peter (pronto lo veremos columpiándose de nuevo), adelantar que Octavius volverá a tomar un rol importante en la cabecera y despejar cualquier duda de las deshonestas intenciones de Beyond.
Miles Morales pide la vez en el segundo de los capítulos, escrito este por Saladin Ahmed, con Carlos Gómez a los lápices. El guionista cumple su cometido de plantear un team-up entre ambos héroes. Relato igual de insustancial que el anterior (propone algunas ideas que resultan inverosímiles para un cómic de este tipo -lo que ya es decir- y, de verdad, ¿quién diseña los trajes? el de Miles aspira a modelo hortera del año); pero muy generoso con Gómez, que puede lucirse ilustrando un enfrentamiento muy dinámico. Este es de los mejores trabajos que le hemos visto al artista español en los últimos tiempos (transmite con enorme precisión tanto la fricción entre Ben y Maxine, como el amor entre el primero y la «maryjaneizada» Janine).
Leídas estas aventuras (y con los últimos números presentes) parece haberse perdido la sugerente subtrama que pretendía explorar porqué Ben es tan importante para Beyond. No solo hacían pruebas médicas con él, sino que debía citarse con una psicóloga, donde descubríamos que estaba perdiendo algunos recuerdos hasta entonces bien asentados en su memoria. Y, de paso, la sombra del aleteo sin rumbo de la etapa Nick Spencer empieza a dejarse ver. Veremos qué nos tiene deparado el futuro, pero las buenas sensaciones iniciales empiezan a quedarse en meras intenciones. Entre tanto guionista con el que cuenta esta iteración arácnida (cinco en total, editores al margen), alguien tiene que saber reconducir esto.
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