El título de la reseña (Secret Wars) debe servir de resumen de lo que vamos a encontrar en este ya cuarto volumen de la recopilación que está haciendo Panini Cómics de la etapa de Brian Michael Bendis al frente de Guardianes de la Galaxia. Para muchas colecciones, las guerras secretas de Jonathan Hickman supusieron un punto y aparte en la vida de sus protagonistas. Una forma perfecta para poner el contador a cero, redecorar el escenario y relatar (o al menos intentarlo) aventuras que tuvieran un aroma de novedad.
«Bueno, no seas tan dura contigo misma; acabamos de conocernos«
Para otras, como Guardianes de la Galaxia, tal impasse supuso solo un punto y seguido. Es más, Bendis ya venía planificando un cambio de contexto que ni el fin del Universo Marvel fue capaz de perturbar. Que Peter Quill no iba a librarse de la responsabilidad de gobernar Spartax lo sabía hasta él mismo. Y eso es lo que encontramos aquí: a Peter Quill sentado en el trono.
Antes, sin embargo, toca pagar el peaje del crossover marvelita. Hubo dos miniseries protagonizadas por los Guardianes (tres, si contamos El Guantelete del Infinito de Dustin Weaver y Gerry Duggan), una dedicada a Starlord y Kitty Pryde y otra al resto del equipo. Es esta última, titulada Guardianes de Sapiencial, la única que se ha rescatado para la actual recopilación quedando la otra en un vacío del que no sabemos si saldrá, lo cual sería una pena, pues resultaba tremendamente divertida.
Pero hablando de lo que sí tenemos en el tomo, Bendis toma Guardianes de Sapiencial como una oportunidad para jugar y para presentar personajes que luego introducirá en la serie. Lejos de suponer una carga o un contratiempo para sus planes, el guionista establece un mínimo (suficiente) hilo de continuidad entre la miniserie y sus Guardianes pre y post Secret Wars. Así, las consecuencias del Vórtice Negro siguen presentes tras el reinicio de la continuidad marvelita y algunos de los Guardianes saben (más bien tienen la sensación) de que durante un tiempo las cosas no iban como deberían. Guardianes de Sapiencial, lejos de ser un trámite, sirve para expandir la mitología que Bendis ha ido creando a lo largo de su etapa.
Y de vuelta a La Tierra Primordial, Emperador Quill nos regala dos entretenidísimos arcos argumentales que sirven para destronar a Quill (¿acaso pensábais que iba a durar mucho?), trabajar la relación entre este y Kitty (que como Starlord le da mil vueltas) y rearmar un equipo que sigue contando con invitados de lo más variopintos que, una vez en el equipo, se preguntan por qué no lo hicieron antes. Ver al sobrino favorito de Petunia guerrear codo con codo con Mapache o Drax es impagable. Bendis disfruta escribiéndolo y nosotros leyéndolo.
Lástima que lo bueno no esté destinado a durar, y cuando la serie vuelve a encarrilarse y los Guardianes recuperan su fama heroica (liberando a todo un planeta con una Ángela que haría temblar al propio Lobezno por su ferocidad en combate), llega el siguiente escollo: Civil War II. Pero eso será en el siguiente tomo de la colección.
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