«Esto es lo que X-Force debería haber sido desde el principio«
Me hace cierta gracia (y no) el hecho de que haya tenido que volver a mirar la portada al final de la lectura de este cómic para cerciorarme de que estaba leyendo la cabecera de Lobezno y no la de X-Force que también publica este mes Panini. Porque el cachondo de Benjamin Percy ha entrelazado tanto las tramas de estas dos colecciones que ahora mismo resulta imposible leer una sin tener la otra bien cerca. Esto, que es una gozada porque le permite al guionista extenderse un poquito más cuando lo necesita para contar las historias que quiere contar, puede ser una broma de muy mal gusto para los bolsillos más ajustados. Pero esa es una de las cosas con las que uno cuenta cuando un mismo guionista escribe tramas para series con facilidades para entenderse.
Volviendo a la cabecera en sí y al número que nos ocupa hoy, nos encontramos con un momento de impasse en el que aún no se ha tomado decisión alguna entorno a Bestia y éste sigue a lo suyo, que es ‘ayudar’ a los mutantes con acciones violentas, sociópatas y de dudosa utilidad a largo plazo. Así, mientras Lobezno presenta el cadáver de Bestia ante el Consejo Silencioso (imagino que previo a Los Pecados de Siniestro, aunque el checklist de este mes nos coloque esas dos entregas como las primeras en lectura), Hank se mueve por el Atlántico mientras sus múltiples copias de Logan se dedican a repartir ‘justicia’ de adamántium sobre los cuellos ajenos, justo lo que el antiguo director de X-Force deseaba con tanto fervor realizar, ahora sin tener que cargar con la pesada losa de la moralidad.
«Los únicos cuerpos que dejamos son los del enemigo«
Pero Percy, que es un zorro, vuelve a mostrarnos como McCoy lo único que hace es engañarse así mismo una y otra vez. Primero al decirnos que ha abandonado toda rémora moral, porque su ‘utilitarismo’ no deja de ser una brújula moral sobre la que apoyar sus desvaríos enfermizos. Y segundo, y éste punto Percy lo lleva remarcando desde los principios de X-Force, al declararse como una especie de cirujano que trabaja extirpando con precisión (esto es importante) las posibles amenazas para la pax krakoana. Porque si hay una cosa que no es la Bestia es preciso. Ya lo vimos con la catástrofe de Tierra Verde y lo volvemos a ver ahora cuando el ya oficialmente villano ataca al submarino que pilota Rebelde en su operación de contrabando de flores krakoanas. En su intento por hacer lo que él considera lo mejor para los mutantes, la Bestia no deja de cometer graves errores que le convierten en un burdo chapuzas de las operaciones encubiertas y los planes a largo plazo. Basta con compararle con Siniestro, ahora que le tenemos bastante fresco, para darnos cuenta de que su capacidad de anticipación es poco menos que desastrosa. Su decisión de autorreplicarse sólo ha supuesto multiplicar por diez sus posibilidades de meter la pata.
El mes que viene, espero, comenzarán las cuchilladas en esta serie, pero éstas deberán venir acompañadas de algo, lo que sea, desde el Consejo Silencioso para hacer oficial el viraje hacia las sombras mutantes de este personaje y para que veamos en esta cabecera consecuencias reales, más allá del apuñalamiento, por su traición hacia todo lo que representa Krakoa para los hombres y mujeres X. Lobezno sigue, así, siendo una de las mejores cabeceras de la galaxia muti y una de las lecturas que con más anisas espero cada mes. Por más que cada vez eche más de menos los viejos buenos tiempos en los que Hank era un peluche azul al que daba gusto ver en viñetas.
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