«Espera… ¿yo soy tu heroína?«
Ya llevaba algún tiempo este cómic en mi pila de lecturas pendientes. Antes incluso de llegar a las tiendas su portada aparecía ante mí de manera machacona e insistente en diversos portales de noticias y relacionados con el mundo de los cómics. Y, sabiendo lo que me esperaba, he tratado de ser paciente y dejar que la Gala Fuego Infernal de 2023 llegara cuando tuviera que llegar (nótese que este artículo se ha escrito antes de que suenen las campanadas que marcan el paso hacia el aún desconocido 2024). Lo cierto es que Marvel no lo ha puesto fácil: lleva ya unos cuantos meses siendo tan pesada (Panini, también, pero menos) con lo heavy que iba a ser lo que nos esperaba y con casi todas sus cabeceras mutantes en una larga espiral hacia el suelo que uno casi se alegra de que ya haya pasado el trago amargo para que podamos centrar en lo que de verdad importa: el qué vendrá después.
Porque no nos engañemos, si trabajar en las series que nacían al abrigo de Amanecer de X ya fue un caramelito para muchos guionistas e ilustradores, la cara B de toda esta historia, el ocaso para la Era de Krakoa que representa la Caída de X, vuelve a ser un ‘algo’ a lo que hincar el diente con ganas desde el punto de vista creativo. Y más allá, a partir del verano que viene, cuando dejemos atrás la isla viviente definitivamente, volverá a haber tortas por hacerse con alguna de las series mutantes que den paso a la nueva era que a buen seguro ha de llegar. Pero centrándonos en el presente, lo cierto es que teniendo por cierta la masacre (sólo nos faltaba por concretar el cómo y el alcance de la misma), el camino tortuoso que se abre ahora frente a los hombres y mujeres X supervivientes va a ser algo sobre lo que seguramente mole escribir y que, ciertamente, hay muchas ganas por leer.
«Consuélate al saber que no vivirás para verlo«
Y es que de esto va todo el tema. Lo que permanece no vende, vende el cambio. Y la Era de Krakoa ha durado casi cinco años (los habrá durado para cuando termine la etapa que se está contando ahora), así que se imponía introducir un cambio fuerte que obligue a los personajes a volver a buscar dónde acomodarse. Como en un reloj de arena, que cuando parece que cada grano se ha terminado de asentar vuelve a darse la vuelta, provocando un nuevo alud de granos de arena en la dirección contraria. Pero también va la cosa, o así nos dicen desde la editorial, de la eterna lucha de los desfavorecidos, los oprimidos y los descartados contra los fascismos y los extremismos reaccionarios. Es eterna la lucha porque en el momento en el que los primeros bajan la guardia, los segundos están prestos a acabar con ellos y con cada pequeño avance que se hay logrado en años.
Cae Krakoa y caen los mutantes, de nuevo perseguidos y odiados por una sociedad que se deja manipular por las mentiras evidentes y los venenos y premios debidamente deslizados en los bolsillos correctos por parte de quienes han jurado acabar con ellos. Lo que de verdad molaría ahora sería ver cómo Orchis no se conforma con los mutantes, como se lanza a por el resto del planeta y como el resto de héroes y el resto de humanos (civiles de a pie) toman súbita consciencia de la terrible trampa en la que se han metido y comienzan a vislumbrar lo que ocurrió cierta oscura noche en un faro perdido en medio del Atlántico.
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