Entre tanto y tanto what if y pseudo secuela de lo que podría haber sido, las Secret Wars también han dejado un poco de espacio a relatos más originales, alejados por completo de los grandes hitos de la editorial. Relatos que han permitido, esta vez sí, y de verdad, que los autores dieran rienda suelta a su imaginación sin tener que pensar en tal o cual condicionante previo (más allá de los obligados por el contexto en el que nos estamos moviendo). Uno de estos es el que ocupa las entregas #62-63 de Capitán América.
Sam Humphries, a quien hemos leído escribiendo las aventuras en solitario de Star-Lord, así como su cruce con estas renovadas guerras secretas, tenía entre manos el encargo de reavivar la semilla de una de las sagas más icónicas de la Marvel contemporánea: Planeta Hulk. El guionista, ni corto ni perezoso, lejos de reescribir aquella aventura en la que Hulk emprendía el viaje del guerrero cual Conan en el lejano planeta Sakaar, o de ofrecer una continuación de la misma, se saca de la manga una historia completamente nueva.
En este dominio del mundo de batalla un accidente gamma a gran escala convirtió el mundo en un territorio de Hulks de todos los tipos imaginables: desde la propia vegetación a las bestias salvajes, pasando, obviamente, por la población nativa. Todo es verde y peligroso. Todo es Hulk.
En estas, Humphries nos presenta a una pareja de aliados de lo más inesperada: Steve Rogers y Dinosaurio Diabólico. Esta versión del Capitán América se vio abocado a combatir como gladiador en el circo para Muerte y sus barones, hasta que un día le llega un encargo que no puede rechazar y que le lleva directamente al Planeta Hulk a lomos de su inseparable amigo. A partir de este momento lo que nos vamos a encontrar en un relato al más puro estilo espada y brujería (aunque sin brujería) en el que nuestro héroe tiene que recorrer el yermo territorio para cumplir su misión.
La primera parte de la aventura puede hacerse un pelín lenta, dado que el guionista debe dedicar mucho tiempo a explicar el contexto y situar a los diferentes actores (es el peaje por salirse tanto de los esquemas preestablecidos), pero en el momento en que están todas las piezas sobre la mesa, la acción va in crescendo en una aventura de corte clásico. Sigue un tratamiento similar al del Viejo Logan, con nuestros protagonistas cruzando largas distancias (aunque sin abandonar nunca su dominio) y encontrándose con personajes de diversa índole. Planeta Hulk mantiene la tradición de la mejor fantasía heróica, pero dejando un poso muy fuerte de melancolía y cierta tristeza, no es un relato con vencedores, es solo una historia de supervivientes.
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