«‘Todo muere’, dijeron. Y todo murió, ella incluida«
Guardianes de la Galaxia desembarca, por fin, en las Secret Wars y lo hace por medio de una genial miniserie que le da continuación a la de Legendario Star-lord tras su cruce con mutantes y Guardianes en El Vórtice Negro. Sam Humphries, el mismo que ha estado guionizando hasta ahora las andanzas en solitario de Peter Quill, toma al personaje donde lo dejó Jonathan Hickman al final de Secret Wars #4 y nos muestra su surrealista realidad perdido en el Mundo de Batalla.
Y es que Star-lord no ha caído en medio de los Thors, ni presa del barón Siniestro, ni tan siquiera se ha visto arrastrado a uno de los peligrosos polos del gigantesco planeta creado por Muerte. No. Quill, tal y como vimos en el segundo tomo de El Ascenso de Attilan (¡maldito Charles Soule, nos la has colado!), ha aparecido en lo que queda de la Manhattan del universo 616 y se ha visto obligado a hacerse pasar por un cantante de tres al cuarto en el glamouroso Salón del Silencio que regenta al ahora dicharachero Rayo Negro.
«Te equivocas sobre Muerte y sobre este antro de pizzas«
Porque hay que tener en mente que Starlord no es ni de lejos un Vengador. Haríamos bien en recordar las palabras con las que se despedía el personaje en la película de James Gunn: ‘Y ahora, ¿qué hacemos? ¿Algo bueno? ¿Algo malo? ¡Un poco de cada!‘. Quill es todo corazón, sí, pero también es un forajido, un ladrón y un camorrista de cuidado (y por eso le queremos). Así que, aunque se encuentre a muy escasa distancia de Muertegaard y Muertestad, su principal objetivo tras verse separado de los Héroes Más Poderosos de la Tierra ha sido el de sobrevivir a toda costa, aunque para ello haya tenido que ponerse una americana y una corbata y saltar al escenario.
Así, en Guardianes de la Galaxia #30 nos encontramos con una historia sin apenas trascendencia, pero enormemente divertida. Humphries deja claro que, al menos de momento, la Kitty de la que se enamoró y a la que se prometió Quill ha desaparecido, pero el Starlord que había decidido sentar cabeza con ella sigue ahí… Y bastante echo polvo por la pérdida. O al menos hasta que descubra que en este mundo también hay Kitties, tan semejantes a su novia en lo principal como distintas en los detalles.
«¡Gusano patético! ¡Mira que cuestionar la utilidad de las chaquetas en lo que a moda se refiere!«
No nos engañemos, Peter Quill volverá al primer plano de la acción en cuanto Hickman se lo requiera, pero de momento es muy divertido verle cantar grandes éxitos Disney (casi muero con la escena) frente a un público entregado o simplemente viviendo aventuras al más puro estilo Star-lord en medio del inmenso drama que es el Mundo de Batalla. Star-lord y Kitty Pryde (cuya miniserie se concentra en este único número) es de las pocas series de las Secret Wars que han conseguido arrancarme una sonrisa. Y mira que el evento y casi todo lo que le rodea me está gustando.
Esta serie supone, además, el salto a la primera línea editorial para la artista de Indonesia Alti Firmansyah (cuya única contribución registrada hasta la fecha en el mundo de la viñeta era el cómic musical Tomorrowland), que ofrece un dibujo dinámico y divertido que a veces raya la caricatura y otras nos recuerda a la Disney de los mejores tiempos y que, en definitiva, luce muy bien en el desenfadado guión de Humphries.
Puede que las Secret Wars le hayan privado al guionista del Legendario Star-lord de seguir con las aventuras espaciales de Peter y Kitty, pero también le han abierto las puertas a una de las historias más simpáticas y necesarias del evento.
Deja un comentario: