«Su eco resuena a través de los ahora destruidos cañones de los Vanir«
Quería comenzar el artículo diciendo que entramos al fin en materia con el arco argumental del Dios de los Martillos y conocemos por fin al personaje que ejercerá de antagonista en esta saga. Pero, como esa es la imagen que cierra el número que nos ocupa hoy, rebobinemos y veamos qué nos tiene preparado Donny Cates para cerrar el segundo año de su etapa al frente de las aventuras del dios del Trueno.
En realidad, Thor #20 (#127) comienza y se desarrolla de manera muy parecida a como termina el número anterior. Odín y su hijo van de reino en reino comprobando como alguien ha reventado a martillazos a todo y a todos los que por allá pululaban. Comenzamos donde terminamos en Thor #19 (#126), en Nidavellir, con el actual rey de Asgard enterrando al enano que fue responsable de la forja del martillo más famoso de la Casa de las Ideas en una imagen de Nic Klein que se merece un aplauso por su fuerza y su solemnidad. De ahí, y previa enésima pataleta entre Thor y su padre, nos trasladamos a Jotunheim, donde Loki tiene a bien repetir el mismo mantra que ya pronunciaran tanto Freyja como Angela: más les vale a los dos dioses más cabezones de Asgard arreglar sus diferencias, porque el que esté produciendo estas masacres puede ser cualquiera, pero las gentes de los diez reinos sólo conocen a un dios que blanda un martillo… y van a dirigir todas las preguntas y toda la rabia contra él.
«No fingiré que entiendo qué está pasando entre vosotros«
Esta saga habrá tenido sentido tan sólo con que se resuelva esta eterna pelea entre padre e hijo. Jason Aaron se fue de la serie con un Odín que se reconciliaba con su esposa y que renunciaba al trono en favor de su hijo tras la Guerra del los Reinos. Sin embargo, Cates ha decidido que no todo estaba hablado entre padre e hijo (o entre Odín y Freyja) y ha desbaratado esta aparente paz para que vuelva a comenzar el ciclo de acusaciones, pecados e indignaciones que ha regido siempre a esta disfuncional familia. No ayuda que ahora se suponga a Thor como hijo de Odín con un antiguo avatar del Fénix, pero lo cierto es que ya cansa un poco tanto resquemor entre estos personajes. La furia de nuestro protagonista esconde, a mi entender, un profundo temor a repetir los pecados del padre, a parecerse en el fondo a su progenitor más de lo que está dispuesto a aceptar. Es decir, parte de la negación al auto-conocimiento, parte del rechazo a partes de su ser que sabe que están ahí y no quiere aceptar. Tampoco ayuda a todo esto que Odín se comporte… bueno, como Odín.
Habla el protagonista de la ruptura del hechizo de Dignidad que trazó su padre sobre el martillo Mjolnir. Pero al entender del que escribe estas líneas, nada en este hechizo ha fallado cuando ni el propio Thor se termina de considerar digno para el regio puesto para el que ha sido designado. La cercanía y la familiaridad del villano que se nos presenta en la última página de esta entrega no hacen sino recalcar el deseo de Cates por reparar gran parte de lo que ha estado funcionando mal desde que el dios del Trueno asumió la corona que ahora tanto le pesa. Ser rey tiene grandes beneficios, pero también exige un enorme sacrificio que va más allá de lo que el héroe haya dado hasta ahora en el campo de batalla. Exige presencia, dignidad y una rectitud que pasan factura cuando cualquiera de las tres falla. Ojalá fuera también así en la vida real.
Deja un comentario: