«Deja que te saque el demonio a golpes«
Llegamos al momento culminante del arco argumental del Dios de los Martillos antes de su gran desenlace final. Donny Cates arroja contra Mjolnir y Mangog a la plana mayor de los héroes aliados y amigos del protagonista de esta cabecera sólo para que esta dupla de ‘villanos’ haga con ellos lo que le plazca (¿soy yo o hay una escena en la que uno de los amigos de Thor es partido por la mitad? Si no volvemos a saber de este detalle, ¿deberé creer que el despedazado es Lobezno?). Todo con tal de que el dios del Trueno termine de enfurecer y comience a devolverle los golpes a sus oponentes… si es que de verdad puede golpear a la madre de todas las tormentas y al castigo de los dioses en la condición en la que está actualmente.
La cosa es que, cuando todo parece más fastidiado y menos opciones le quedan a nuestro rey favorito de Asgard, regresa Odín (bueno, se arrastra por el suelo, que está todo el mundo bastante machacado en esta saga) y hace la mitad de lo que llevamos meses esperando en esta cabecera: se disculpa ante Thor por todos los pecados cometidos antes de la llegada de su hijo al trono, pecados que persiguen ahora al actual regente de los asgardianos. Esto está muy bien, pero no deja de ser una continuación de lo que ya vimos al final de La Guerra de los Reinos. Entonces, la cesión del trono de Odín a Thor ya se interpretaba como el reconocimiento del buen hacer del hijo frente al marchito dominio de su padre. Nos faltaba la parte en la que Thor reconocía en sí mismo la huella de la cabeza visible de toda la mitología nórdica y trataba de hacer de algún modo las paces con Odín, aprendiendo de él la manera en la que uno puede ser al mismo tiempo gobernante de una raza guerrera y el principal defensor de sus súbditos.
«Tú… eres lo mejor que he hecho nunca«
Este aprendizaje y este perdón tendrán que esperar dado el modo en el que termina el número de este mes de la serie que publica Panini en nuestro país. Odín transfiere a Thor el poder que han de ostentar los gobernantes de Asgard y es de suponer que éste lo utilice a partir del siguiente número para decorar las calles de Broxton con las muelas de sus oponentes. Pero ya no habrá conversación entre padre e hijo más allá de las breves viñetas que se nos ofrecen en esta entrega. Había problemas por resolver y Cates ha elegido enterrarlos una vez más bajo la alfombra.
¿Y ahora qué? Se supone que padre e hijo debían limar asperezas ante lo que Angela y Freyja habían visto que se aproximaba a Asgard. ¿Cuenta lo que vemos en esta grapa como ‘limar asperezas’? Si es así, lo cierto es que Cates ha tomado la vía fácil para resolver su trama y todo lo que está rodeando a este mini-evento se está convirtiendo rápidamente en una fuente de decepción. Sea como fuere, la historia ha alcanzado un punto de no retorno y deberemos esperar a que acabe esta batalla para ver por dónde quiere llevar la colección Cates a partir de entonces.
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