En estas primeras entregas de los Vengadores de Mark Waid seguimos ahondando en el carácter aventurero de la colección, sin profundizar todo lo que nos gustaría en el desarrollo de unos personajes que, por otra parte, cuentan todos con sus propias colecciones para abordar ese tipo de cuestiones. Quizás por eso haya lectores a los que la presunta colección principal de la Casa de las Ideas les pueda saber a poco, pero con un evento a la vista y con la etapa de Hickman aún muy presente, el cambio de tono y falta de pretensiones de la colección sigue siendo -de momento- reconfortante.
En este primer arco argumental que comenzó en Vengadores #64 y finaliza en los cómics que nos ocupan, vemos como Mark Waid ha cogido ese tono más clásico de los cómics Marvel y lo está usando para conformar un variopinto grupo de vengadores en el que, por supuesto, no faltan los avatares clásicos (Iron Man, Thor y Capitán América), ni las sensaciones adolescentes del momento (Nova, Ms. Marvel y Spider-Man), con el añadido de Visión, personaje también carismático de la formación y con una larga trayectoria en la misma.
Con una formación intergeneracional como ésta es fácil predecir el tipo de relación que habrá entre los miembros más veteranos y los novatos del grupo, así como el tipo de roces entre ellos. Formar un equipo desde cero no es sencillo, menos cuando no tiene lazos ni responsabilidades con gobiernos ni autoridades de ningún tipo. Este detalle no deja der ser importante para seguir marcando distancias con lo que se ha venido haciendo últimamente en viñetas… y en cine, pues no olvidemos que los Vengadores de Whedon (y ahora de los hermanos Russo) llevan una trayectoria íntimamente ligada al gobierno norteamericano y las Naciones Unidas.
Y es que, al final, este relanzamiento de Vengadores responde al interés editorial de acercar la colección a nuevos lectores. Este es su target principal, gente que llegue a Vengadores a partir de las aventuras de la Ms. Marvel o el Spider-Man de turno. Así, a pesar de ese aroma nostálgico que se destila de la obra, supone una apuesta ciertamente arriesgada porque puede echar atrás a los seguidores más veteranos, que pueden ver en el tono y carácter de la historia un paso atrás a épocas ya superadas. Como siempre, todo se reduce a una cuestión de gustos, aunque sí que es verdad que se le podría haber exigido al guionista un trabajo más concienzudo y que no se hubiera limitado a unas aventuras de poca trascendencia. Vengadores es, de momento, presa (o estandarte) del tono más jovial y desenfadado que Marvel quiere imponer en sus series punteras dirigidas a un amplio espectro de público.
En cuanto al trabajo de arte, Adam Kubert, apoyado en la colorista Sonia Oback, hace un trabajo muy en la línea del guion, apostando por las composiciones clásicas y tomando pocos riesgos formales. Ideal para la historia y muy agradecido a nivel visual. Ni un pero se le puede poner, es justo lo que se espera de él.
Con Punto muerto a la vuelta de la esquina y Civil War en el horizonte, veremos cómo se desarrolla la serie en los próximos meses.
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