«Requiere habilidades homicidas profesionales«
‘La cabra tira p’al monte‘, que dicen en mi pueblo. Naoki Urasawa no puede evitar sentirse atraído por las tramas complejas que se van enmarañando y desenmarañando a su antojo. Si los primeros volúmenes de Master Keaton se caracterizaban por estar compuestos por episodios autoconclusivos de tramas sencillas y eficaces, esta quinta entrega de las aventuras y desventuras de Taichi Keaton nos presenta siete historias en trece capítulos, de las cuales la última se extiende a través de cinco de los mismos (es la más extensa hasta la fecha). En ningún momento quiero decir que esto vaya en contra de la calidad de la obra, que lejos de caer crece aún más con cada nuevo tomo, pero la intención original de Urasawa y Katsushika se va diluyendo poco a poco en favor de la clase de cómics que han elevado al primero a la categoría de mito en el seinen manga.
El carácter histórico-artístico de Master Keaton también va difuminándose conforme van avanzando los meses desde que Planeta comenzó a publicar esta obra en España. Es normal. Es muy difícil mantener una serie con un marcado tono de thriller con la única base de las reclamaciones a Lloyds por obras de arte robadas o excavaciones en peligro de desaparecer bajo la bota de empresarios sin escrúpulos. La muerte hace cada vez más a menudo acto de presencia en las páginas de la colección y Keaton ha perseguido ya a más asesinos que a ladrones y estafadores. No se pierden de vista las breves pinceladas de la vida privada del maestro universitario ni del padre soltero, pero ahora sirven más para marcar una pausa entre dos tramas intensas que para profundizar en el alma del personaje.
«¡¡David Bobbit te ha salvado!!«
El tema de la RDA vs. RFA vuelve a estar presente en este tomo, pero las historias que más llaman la atención nos llevan mucho más lejos. Concretamente a la Guerra de las Malvinas y al Iraq de Saddam Hussein de principios de los 90. La primera sirve de excusa para una siniestra historia de dos capítulos en la que el autor saca a la luz su gusto por las máscaras (cuyo máximo exponente hallamos en 20th Century Boys) y por los cuentos infantiles como sedimento sobre el que hacer crecer un buen thriller (ni falta hace mencionar a Monster).
La segunda se convierte en una velada crítica hacia la tendencia a generalizar por parte de los occidentales las vilezas de los habitantes de los estados que no comparten nuestro way of life. Espías, intereses políticos, fanatismos y el valor de la familia se dan la mano en una historia en la que no hay blanco ni negro, sino que todos los personajes se mueven en las distintas escalas del gris. Muy parecida a la oscarizada Argo, sólo que veinte años antes y sin Ben Affleck.
¿Qué puedo decir a estas alturas sobre la edición de Planeta? Poco o nada hay ya que alabar sobre el trabajo de la editorial a la hora de traernos el material de uno de sus autores estrella. Si acaso la traducción, del siempre fantástico Marc Bernabé, se puede decir que está a la altura del cuidado con que se encuadernan estos tomos, convirtiendo al conjunto en una obra digna de coleccionar y exhibir con orgullo.
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