Naoki Urasawa nos lleva de viaje de una punta a otra de Europa de la mano de su investigador de seguros preferido.
«No es Margot quien le espera allí, sino un cañón que vomita fuego«
Para la octava entrega de Master Keaton Urasawa retorna a las historias cortas (sólo una de las de este tomo precisa de un segundo capítulo para concluir) y centra su atención en la Europa de principios de los años 90 del pasado siglo: un continente que comenzaba a atisbar los primeros compases de la globalización mientras contemplaba como la antaño omnipotente URSS se descomponía y emergía como la Rusia que conocemos hoy en día. A la vez, el investigador de seguros con el que el guionista hizo sus primeros pinitos editoriales nos lleva a la Barcelona de los Juegos Olímpicos, de paseo por los montes nipones y a la carrera por los oscuros recovecos de la Inglaterra en la que tiene base nuestro protagonista.
Hasta tres historias dedica el autor en este tomo a los efectos colaterales de la disolución de la mega-nación comunista. Urasawa elige centrarse en las personas para extrapolar desde ellas los efectos de décadas de férreo control barridas de un plumazo en el panorama político y social de la época. Ya sea hablando del dopaje sistemático de sus atletas, de los miles de refugiados e inmigrantes que buscaron en Europa un futuro alejado de la crisis que engullía a la Federación Rusa o del renacimiento de los movimientos racistas de ultraderecha en los países que recibían a dichos inmigrantes el guionista y dibujante plasma en muy pocas viñetas (estos ejemplos los he extraído del capítulo Familia) el radical cambio que vivió la sociedad de finales del milenio. Sin embargo, el creador de Monster no evita tomar partido y nos recuerda que, ante todo, estos cambios afectaron a nuestros iguales y dieron lugar a una cantidad ingente de dramas más allá de toda posición política, racial o económica.
«Eso fue provocado por la ciencia en la que tanta fe teníamos«
El comercio armamentístico entre Rusia y multitud de países de dudosa reputación durante estos años también es objeto de las reflexiones de Urasawa. Visto como una de las pocas alternativas a la ruina económica por Boris Yeltsin, este mercadeo de muerte se nos revela como la verdadera orgía de blanqueo y evasión de capitales para la multitud de rusos sin escrúpulos que se dedicaron a «salvar los muebles» de su anterior posición de poder antes que cuidar de su pueblo. Urasawa habla con dureza de la salvaje corrupción que emergió de las ruinas del gobierno comunista y nos ofrece una visión pesimista acerca de la naturaleza humana enfrentada a la tentación de las migajas que ofrece el poder.
También tiene tiempo el autor para hablar de los movimientos terroristas que camparon a sus anchas por nuestra geografía desde finales del franquismo y hasta el anuncio de ETA del cese definitivo de su actividad armada en 2011. Ubicando la acción en los momentos anteriores al comienzo de los Juegos Olímpicos de Barcelona ’92, Urasawa evita meterse de lleno en los peliagudos temas de la autodeterminación y la lucha armada en nuestro país para, simplemente, hablar de la voluntad humana para superar los fantasmas del pasado utilizando la colocación de una bomba como pretexto y como contextualización del argumento del capítulo Un Brindis por Cataluña.
Completando el tomo podemos ver pequeños cuentos que nos hablan acerca del perdón, la huida hacia adelante, los barrotes que nos impone la realidad y la eterna búsqueda de la libertad. Ninguna de las historias de Naoki Urasawa es una aventura sin pretensiones, todas buscan la reflexión profunda del lector y este es el mayor valor de los relatos que componen la colección que tenemos entre manos. Planeta sigue, por su parte, brindándonos una edición inmejorable de este fantástico manga que, número a número (ya quedan sólo cuatro), se acerca a su conclusión.
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