E.L. James ha contado con el esquema de relación más básico: Hombre interesante conoce a chica tímida. A Él le da morbo y Ella se siente impresionada. Y para ello, hace uso del pegamento que gusta a todos: el sexo. Millones de libros vendidos que debían ser llevados tarde o temprano al cine y hacer más caja. Los príncipes hace tiempo que dejaron de ser sólo príncipes. Ahora quedan a la vista sus taras: algunos son vampiros, y otros como Christian tienen ciertas aficiones tabú y pasados turbios. Por fin llega a las pantallas la relación de Anastasia y el Señor Grey.
El libro detalla el sexo paso a paso y desde un punto de vista más erótico. La película, al resumir, se contrae en detalles explícitos: esto es Hollywood amigos, no el cine de Lars Von Trier, y todavía a estas alturas la meca del cine se siente contraída al tratar el sexo abiertamente.
Es la historia de una chica que se deja llevar y no sabe poner límites «por amor». Aquí se entra el debate sobre el evidente machismo implícito en el libro, más preocupante que las escenas de cama. El sadomasoquismo practicado deriva hacia lo light –no sea que lectoras potenciales se alarmen–; el verdadero papel sumiso de Ana (o Anastasia) es en el día a día. Este hombre es un controlador obsesivo, y da igual si las sombras que empañan su pasado son cincuenta o cien. Lo preocupante sería hablar si hay que redimirle de su conducta, igual que uno de sus atractivos sea su dinero y poder (¿Ese es el ideal que gusta a las mujeres?); pero ese es otro (relevante) debate paralelo al largometraje.
Pasemos ya a la película. Son dos personajes que descubren cosas diferentes: ella se ilustra en las artes amatorias mientras él descubre esa cosa llamada amor. Sin duda es un argumento de lo más atractivo para hacer una novela contundente, pero no. Y el guion –fiel al libro– regala por tanto esas perlas que a veces dan casi risa. Igual que el repertorio de planos que parecen pensados para publicitar colonias, tanto de hombre o mujer.
Al resumir para las dos horas de metraje se corta bastante del texto de James, y Sam Taylor-Johnson intenta resolver la papeleta y recoge lo relevante. La línea argumentativa se queda casi plana al restarle importancia a cada polvo, lo que deja una historia repetitiva y muy asequible de llevarla al set de rodaje. La cineasta quiere poner seriedad y finura a un argumento que recoge tópicos tan extremos que son casi de chiste. E.L. James no dejó suelto ningún estereotipo tóxico al detallar el Seattle y el mundo que rodea a la pareja. La fotografía peca de perfeccionista y se estrella cuando insiste en dar aspecto íntimo, como la reunión para ultimar detalles del acuerdo. Esos naranjas no vienen a cuento.
El cásting –anda que no han dado la lata con ellos en la eterna promoción– ha quedado perfecto de primeras para la historia: Jamie Dornan tiene los rasgos perfectos para ser el señor Grey y Dakota Johnson para ser la recién licenciada en literatura. Otra cosa era ver sus dotes en la actuación. Johnson se defiende mientras que su compañero dispone de tres muecas para actuar: sugerente, enfadado, y la del ligero movimiento de mentón. Otros con eso han hecho importantes carreras, así que trabajo no le faltará una vez finiquitadas las entregas.
Muy acertada es la nueva version de Beyoncé de su Crazy in love para la primera escena «fuerte», la única salvable de la banda sonora, empalagosa intentando adornar este pérfido romance. La guinda del pastel Grey –ya saben, las escenas subidas de tono– queda muy comedida: hay pasión, pero con mesura.
Como acción de marketing, no ha podido ser más perfecta. Meses con noticias, avisos, castings, tráilers que por fin entregan su producto final. La primera manufactura está servida. Ya sólo faltan dos más.
Estaba claro que iban a dar mucha chicha peropoca limoná… Buena crítica Mery!!