Park Chan-wook se ha tomado su tiempo, pero ya está aquí su nueva película después de su incursión televisiva con La chica del tambor (2018). Al tiempo que su cine se ha vuelto más reflexivo -pero sin renunciar a sus pulsiones- y más metafórico en contraposición a su primer cine, más febril y de impulsos descarnados; los tiempos entre película y película se han ido alargando. La búsqueda de la unicidad respecto a otras filmografías y su propia obra requiere tiempo.
Decision to leave se plantea como un melodrama con tintes de thriller. O como un thriller que adopta modos melodramáticos hasta mimetizarse en uno. Park Chan-wook relata la improbable historia de amor (¿qué romance de cine no lo es?) entre un inspector de policía y la sospechosa del caso que investiga. El cineasta nos presenta a dos personajes que no saben amar sin dañar(se). Tang Wei y Park Hae-Il protagonizan una dinámica de intercambios de poder y deseos en la que todo es más de lo que aparenta, pero los sentimientos que subyacen son reales. Viven un fatal conflicto de tiempos y motivaciones descompasados. Su tragedia la sintetiza la intérprete china casi al final del filme: «Al decirme que me querías, se te acabó el amor. Y cuando se te acabó el amor, comencé a quererte yo«.
Un atípico romance que se ve obstaculizado y alimentado por una investigación policial que es la que da alas al realizador coreano para jugar con todos los recursos formales y narrativos a su alcance. Decision to Leave es también una película sobre la comunicación: qué comunicamos y cómo lo comunicamos. Jang Hae-joon es un policía metódico hasta la obsesión, analiza y disecciona frases y gestos como herramienta para establecer hipótesis y sacar deducciones. Por contra, Song Seo-rae es una sospechosa que se muestra (casi) siempre imperturbable y mide todo cuanto dice. Diálogos que cambian su significado según su contexto, miradas más elocuentes que mil palabras, fotografías que revelan sentimientos… Los personajes andan en un terreno pantanoso en el que absolutamente todo puede ser interpretado por los demás. Todos, a su manera, son investigadores e investigados. Así, quien espía es espiado y quien es espiado hace sus propias deducciones.
Todo esto se traslada también -y es aquí donde Chan-wook da rienda suelta a su mirada esteta- a la imagen. A partir de una puesta en escena sobria, que remarca su naturaleza noir, se suceden planos imposibles, juegos de perspectivas, solapamientos de varias acciones en un mismo tiempo, transiciones marcadas por una determinada luz o una mirada… Kim Sang-beom, editor habitual de Park Chan-wook, brilla con luz propia estructurando (o desestructurando) este puzle de sacrificios y amores dañinos.
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