Con Fumar provoca tos Quentin Dupieux nos sumerge en un nuevo mundo de humor absurdo y surrealista no apto para todos los públicos. El cineasta francés ha construido un peculiar universo que requiere de la participación activa de su público para ser disfrutado sin prejuicios. Su sentido del humor a veces desconcertante, a veces ingeniosamente tonto puede sobrepasar al espectador despistado que llegue a su cine sin la más mínima referencia. Y aún en esos casos, el cine de Dupieux tiene el suficiente magnetismo como para -aún sin entenderlo del todo- ser capaz de dejarles un agradable regusto.

Un poco de todo esto tiene Fumar provoca tos, propuesta quizás algo más contenida en su disparate y quizás menos ambiciosa. A través de una parodia al tokusatsu (género al que pertenecen los Power Rangers o los trasuntos tabaquiles de este filme) y, por extensión, al cine de superhéroes, Dupieux se monta su particular Amanece que no es poco (hay cierto aroma que quién conozca la obra del maestro José Luis Cuerda sabrá identificar) en el que tienen cabida todo tipo de personajes y situaciones.

Porque lo que parece que va a ser una sátira sobre el género del pijameo pronto se descubre como una antología sobre terrores extravagantes (Adèle Exarchopoulos y Anthony Sonigo ilustran a la perfección el ánimo juguetón de la película) y demoledoras reflexiones (el relato que presenta la jovencísima Thémis Terrier-Thiebaux deja tocados a público y personajes) narrada por unos «héroes» que solo necesitan sentirse escuchados y comprendidos.

Esa estructura de contenedor de historias puede hacer, sin embargo, que la película transmita cierto aire anecdótico -subrayado con ese desenlace sin rematar- y que los personajes no lleguen lo que deberían; es cierto también que los hits más llamativos de la cinta son muy difíciles de olvidar -en el buen sentido (y es que todo sabe a poco después de conocer a Didier… ojalá Dupieux lleve su parodia más allá y nos presente en el futuro nuevas aventuras de este indescriptible personaje).