Alain Ughetto rinde tributo a toda una generación de emigrantes italianos a través de la memoria de sus abuelos paternos en una colorida y delicada fábula en stop motion. No se admiten perros ni italianos es tanto una historia personal, como un «documental» sobre esas familias italianas de principios del s.XX víctimas colaterales no solo de la crisis económica de la época, sino también de la guerra de Libia, de la gripe española y del despertar del fascismo.
El grueso de la historia abarca desde la primera década del s.XX hasta mediados de la 2GM, o lo que es lo mismo, la vida de Luigi (abuelo del director) desde su juventud hasta su fallecimiento. Una vida narrada por el propio Alain y por su abuela Cesaria, quien hizo tantos o más sacrificios para sacar adelante a su familia en una época en la que el estado del bienestar no pasaba de ser una idea discutida entre teóricos.
Aún basada en hechos reales, la elección de la animación en stop motion permite al cineasta narrar su aventura en clave de realismo mágico, la fantasía forma parte del relato y los personajes son conscientes de su peculiar naturaleza, contando con la participación del mismo Ughetto para establecer lazos entre la realidad y los recuerdos de una vida. Los aspectos más ásperos y dolorosos son tratados naturalidad, así como los más felices.
La intención última de la película es la de honrar la valentía de toda una generación y mostrar su fortaleza en los buenos y malos momentos. Hay un cariño y un respeto que sobresale entre otras emociones y que debería ser universal, por más que los contextos de la familia de Ughetto y los nuestros puedan ser muy diferentes.
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