«¿Soy el único que no ha perdido el norte?«
Nueva tanda de números de la sorprendente serie de Sean Murphy. Pueden estar contentos con el tanto en DC como en ECC, porque casi todo lo que este tipo toca se convierte en oro. Ya mencioné de pasada en mi anterior artículo dos ejemplos de la clase de obras en las que se ha prodigado (aunque me releo y tildar Punk Rock Jesus de ‘interesante’ me parece poco menos que pobre), así que había bastante interés en ver qué hacía con un personaje tan icónico como Batman y con un nivel de libertad absoluto a la hora de jugar con las reglas de su micro-cosmos. El resultado, ya lo vimos hace unos meses, me dejó boquiabierto pese a no necesitar proponer nada dramático ni alejarse demasiado del estilo que ya nos había enseñado el autor antes: hay mucha clase y calidad en Batman: Caballero Blanco. De esas que te hacen caer irremediablemente en las redes de su relato.
Murphy tiene unos modos que, visto ahora, pedían a gritos su paso por las páginas del Caballero Oscuro. Sus historias son sucias, oscuras, rudas y con un cierto aire a mundo real que a veces perdemos cuando pasamos demasiado tiempo entre capas de colores y apodos llamativos. Su Batman no se anda con chiquitas, es brutal y despiadado en su lucha contra el crimen y sus ayudantes y amigos dedican tanto tiempo a combatir a las diversas amenazas que asolan Gotham como a tratar de lidiar con la ira y la locura que Bruce Wayne alberga en su interior. Un Batman así es, por supuesto, tanto una esperanza como una catástrofe para la ciudad que ha escogido proteger. Murphy pone el acento en este hecho cuando, en estos números, Jack Napier saca a la luz el fondo para pagar los destrozos que el cruzado ha causado con el paso de los años en las calles, los edificios y los habitantes de la ciudad gótica.
«Una parte de mí no quiere que esto termine nunca«
Y ahí está una de las fortalezas de este cómic. Batman: Caballero Blanco derrocha acción (con un dibujo que da gusto contemplar), pero es en las partes más sosegadas cuando llegan los mayores golpes. El fondo antes citado, la unidad anti-terrorista gothamita, la turbia relación (apenas intuida) entre Dick Grayson y su mentor… todos estos pequeños detalles colaboran a la hora de construir una imagen insólita del justiciero y de todo cuanto le rodea. Así, esta colección se convierte en un acercamiento único a la figura de uno de los principales pilares de la editorial norteamericana. Batman: Caballero Blanco nos presenta la cara menos agradable (y más realista) de un chaval consumido por sus deseos de venganza contra los criminales de su ciudad y lo hace con tal crudeza que uno se sorprende a sí mismo dejando de apoyar a su héroe favorito en diversos momentos del relato.
Pero también nos presenta a un Joker desconocido. Y no sólo por la Neo-joker que el autor se saca de la manga (¿con la suficiente enjundia como para sobrevivir en solitario?), sino porque Jack Napier es un personaje repleto de pliegues y rincones por descubrir que resulta sinceramente fascinante. Ocurre como cuando Dan Slott nos presentó al Spiderman con la mente de Otto Octavius: al principio este nuevo Joker puede chocar, pero conforme lo vamos conociendo más y más nos apetece saber de él. Napier es un enemigo para Batman tanto o más peligroso de lo que era simplemente el Príncipe Payaso del crimen. Su seriedad y su aparente sincero deseo de redención nos dejan muy descolocados y esperamos que se traicione a sí mismo a cada página al tiempo que deseamos que no lo haga. Murphy ha invertido los papeles de una manera mucho más sutil que con el cambio de roles. Lo suyo es mucho más orgánico y de ahí el título de este artículo. Tanto Batman como el Joker se toman una pócima (en el caso del segundo de una manera más literal) que, en lugar de cambiarlos, resalta de ellos partes que hasta ahora habían mantenido bajo control o sencillamente ocultas bajo capas y capas de locura y maquillaje.
Y ésta es la segunda gran fortaleza de Batman: Caballero Blanco: Presentarnos algo que no deja de ser lo mismo de siempre, tan sólo desviado un par de milímetros de su eje, pero con unas consecuencias insospechadas para con la historia de la pareja de enemigos más famosa del mundo del cómic.
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