«… Y aún así pasan la mitad del tiempo haciendo que me parta de risa«
Segundo tomo de uno de los mayores aciertos editoriales de ECC en este 2015. Gotham Central no sólo llega en el momento justo (con la serie Gotham estrenando segunda temporada y con Batman hasta en la sopa por la futura película de Zack Snyder), sino que se trata de una de las más justas reediciones que haya pasado por las manos de la ‘heredera’ de Planeta. Tal y como ocurriera con mi querida 52, colección que, por cierto, se inició justo tras la desaparición de esta cabecera, la ausencia de los grandes personajes de DC (Batman sólo sale en estos dos primeros tomos a modo de ‘cameo’) permite que los héroes desconocidos del día a día salgan a escena y reclamen su lugar en el gran escenario de la editorial norteamericana.
Gotham Central rinde tributo a la gente corriente que lucha por hacer de su ciudad un lugar mejor en el que vivir. Ed Brubaker y Greg Rucka construyeron aquí todo un monumento a los policías y detectives anónimos a los que el Caballero Oscuro siempre ha dejado con un palmo de narices, pero que viven y luchan en una de las ciudades más duras y sórdidas de todo el universo DC. No es, por tanto, lo que vemos en esta serie una colección de capas y máscaras, sino la vida cotidiana, los anhelos y las frustraciones, de un grupo humano que ha de compaginar una peligrosa carrera con una dura y difícil vida personal. Algo muy distinto a lo que nos enfrentamos en cualquiera del resto de cómics de la editorial.
«No es una mujer, es una periodista«
Lo más cercano que existe actualmente a esta serie dentro de las dos grandes editoriales estadounidenses sería Agentes de S.H.I.E.L.D., pero tampoco valdría, porque la cabecera marvelita se vale de los agentes entrenados de la agencia de espionaje de dicho universo para hacerlos bailar con un superhéroe distinto cada número mientras que Brubaker y Rucka nos presentan la realidad descarnada de una comisaría que tiene que lidiar tanto con psicópatas como con vulgares asesinos pasionales. Quizás las grandes batallas contra los esbirros del Pingüino o contra el gas de la risa del Joker queden reservadas para el cruzado de Gotham, pero el verdadero trabajo policial, las investigaciones sin medios y en base a pistas endebles en el mejor de los casos caen del lado de los múltiples protagonistas de una colección que crece con cada nuevo número que nos presenta.
El resultado final, claro, se parece bastante a toda la retahíla de series televisivas sobre departamentos de homicidios o policías forenses. Pero, de entre todas las estrellas de la caja tonta, sólo unas pocas (NCIS en sus buenos tiempos ha sido una de ellas) han sabido conjugar perfectamente el trabajo de investigación con las interesantes vidas de sus personajes. A Gotham Central le pasa lo mismo y así, mientras investigan un caso de asesinato por envenenamiento, podemos ver como el poli adicto al juego saca por la fuerza a su compañera de la oficina para que pueda ir a ver el debut de su hijo con la Orquesta de Gotham. Pequeñas historias que engrandecen a una serie ya de por sí interesante.
«No puedes negar la sangre que tienes«
Y, por supuesto, también en este número contamos con la aparición no ya de uno, sino de varios de los pesos pesados de la serie del Hombre Murciélago. Sin ir más lejos, en portada podemos ver a un Joker que viene a poner las cosas patas arriba en la colección. También podremos ver al Sombrerero Loco e incluso al infame Pingüino, pero los tres, como ya os he comentado que ocurre con Batman (y con la Cazadora, que también hace acto de presencia en este número), son meros actores de reparto en una obra plagada de protagonistas.
Este es, quizás, el germen de uno de los pocos puntos débiles de este cómic. Un reparto muy numeroso que se esfuerza en no mostrarnos a ninguna estrella (pese a que ello es imposible) y al que el baile de dibujantes (Michael Lark, Brian Hurtt, Greg Scott y Stefano Gaudiano) no termina de sentarle bien a la hora de ayudarnos a diferenciar a un personaje de otro. Por lo demás, Gotham Central absorbe y mantiene al lector en vilo con cada vez mayor facilidad y eficacia.
Casi parece que nos hubieran puesto algo raro en el té para hipnotizarnos, quizás deba revisar la etiqueta que sobresale de mi sombrero…
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