Última parada antes de la llegada de Brian Michael Bendis a la colección de Superman. Y lo que se está notando. Ya sea por falta de ideas o de ganas, esta etapa final se caracteriza por historias con poco recorrido, donde Lois Lane tiene una participación testimonial o que sirven de excusa para promocionar otras colecciones, pero tienen pocos elementos que inviten a dedicarle más que una lectura rápida.
La primera de las grapas con las que lidiamos echa el cierre a la aventura que llevo a la Superfamilia a Apokolips con bastante menos épica de la esperada y teniendo como fin último el devolver a Lex Luthor a una posición de enemistad con Kal-El de una forma más pertinente para lo intereses editoriales que natural para el desarrollo de los personajes.
Al margen de los coletazos de la anterior saga, los números #19-20 de la serie publicada por ECC Ediciones forman junto a Superhijos #11-12 un crossover que tiene al pequeño Jon Kent como objetivo de un héroe de otra línea temporal que cree que su muerte salvará al mundo. Lo de siempre. La historia, que conecta también con la última etapa de Detective Comics (la que ECC reedita en cartoné actualmente), sigue la tónica de historias intrascendentes y sin mayor recorrido a largo plazo. Esto, al menos, en lo que respecta al hombre de acero, pues para Superboy y Robin sí tiene visos de dar juego a corto-medio plazo; aunque el objetivo final no es otro que intentar darle notoriedad a la progenie de Batman y Superman (como ya ocurrió cuando en esta misma serie sirvió como escenario para presentar las aventuras en solitario de los niños), intentando engatusar nuevos lectores. De nuevo la dinámica empresarial se pone por encima de la creadora.
Con un nulo interés para el devenir de nuestra cabecera, habría sido ideal su publicación en un recopilatorio independiente, al margen de la dinámica mensual de las series implicadas.
De ahí saltamos a un arco en dos partes titulado «Los últimos días» en el que Clark y Jon conocen la historia de Klain y su mundo, que guarda muchísimos ecos con lo acontecido en Krypton y su fatídico destino. James Robinson se queda precisamente ahí, en las semejanzas y la anécdota, cuando podría haber dado mucho más de sí. Acto seguido, en los números #22-23 Gleason y Tomasi trazan una aventura que bien podría haber formado parte (nuevamente) de la serie Superhijos. En ella los caminos del joven Jon y de Boyzarro, el vástago de Bizarro.
Una excusa para darle cancha a Superboy, darnos un paseo por Mundo Bizarro y comprobar (ya van unas cuantas en estos últimos meses) la suerte que tiene el chaval de tener unos padres que le quieren tanto.
Superman #24, el número con el que cerramos esta etapa tiene un sabor más especial. Es verdad que incluye un par de relatos cortos sin mayor interés, pero las otras dos dejan un interesante regusto funcionando muy bien como punto final de esta andadura. Una de ellas lleva a padre e hijo de nuevo a la isla de los dinosaurios para reencontrarse con el Capitán Storm (a quien conocimos en Superman #5) y cerrar los flecos que quedaban pendientes en torno a él. La otra (que es la que abre el cuaderno) supone la despedida de la Superfamilia de Hamilton. Un último día en el pueblo, recogiendo la casa que han vendido y visitando la feria para recordar que se tienen los unos a los otros, que los cambios son buenos y que siempre hay esperanza. Historia un tanto melosa, pero funciona muy bien.
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