«¿Por qué he dicho eso en voz alta?«
Hace un par de semanas os comentaba que me parecía un error que ECC no incluyera ningún tipo de texto al final de sus cómics. Lo hacía tras leer y comentar los últimos dos números de Titanes y darme cuenta de que entre ambos me había perdido toda una saga, la que nos ocupa hoy y que escriben a tres manos Dan Abnett (Titanes), Benjamin Percy (Green Arrow y Jóvenes Titanes) y Christopher Priest (Deathstroke). Muchas cosas habían cambiado de un número para otro y me faltaban demasiados datos como para procesarlas correctamente.
No problem! Nada más fácil que lanzarme sobre Titanes: El Contrato Lázaro para ver de qué iba todo esto. El resultado ha sido… terrorífico. Ahora mismo, mientras digiero el monstruo de Frankenstein que DC ha perpetrado entre las dos series de Titanes y la aclamada de Deathstroke, me sigo preguntando qué demonios acabo de leer. Porque, os lo prometo, da la impresión de que hubieran cogido a estos tres autores y les hubieran puesto a escribir sin dejarles comparar notas ni llamarse por teléfono tan siquiera. Titanes: El Contrato Lázaro carece de estructura, sentido lógico y ritmo narrativo. Tres fallos como tres soles que sirven para recordarme que esta DC no es muy distinta de la que que hace algún tiempo nos hiciese tragar la locura de Convergencia.
«Estoy de acuerdo. Disculpa aceptada«
Es que, además, este crossover tiene en sus páginas a uno de los personajes que más detesto de todo el panorama comiquero actual. Damian Wayne estaba tan bien a dos metros bajo tierra… Si hay algún chaval de ficción que se merezca ser llamado cretino ese es él y en El Contrato Lázaro lo demuestra cada vez que abre la boca. Llega a unos límites que son verdaderamente ridículos. Quizás por eso lo vemos en otras colecciones (como en Detective Comics) destruyendo la Gotham del futuro o (en Nightwing) anteponiendo sus intereses personales a los de quienes se consideran su familia. Quizás lo malo sea que siempre lo hayamos considerado un héroe cuando claramente es un villano. En medio de esta trama tiene una de sus geniales ideas y la consecuencia es tan brutal y traumática que aún estoy flipando porque ningún Titán lo haya empalado frente a la mansión Wayne.
El propio Deathstroke llega al cruce con su propia historia ya comenzada y con muy pocas ganas de explicarnos lo que está ocurriendo en ella. Así que lo que nos encontramos es un batiburrillo de personajes que se van haciendo la puñeta mutuamente, se pelean sin razón aparente y luego se vuelven a sus respectivas colecciones. Sólo que cuando lo hacen es con un montón de heridas que van a tardar una eternidad en cerrarse. Este ha sido un crossover en el que no ha pasado absolutamente nada relevante, pero del que muchos personajes salen dramáticamente afectados. Poco ruido y muchas nueces, nunca un camino tan enrevesado e incómodo había llevado a un destino tan interesante.
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