Mashle #11

Mashle #11: The shonen way of life

Mashle #11«Mientras yo esté para impedirlo, no conseguirás tu propósito«

 

Muchas veces, cuando leo cada nuevo tomo de Mashle (en los capítulos semanales se nota un poco menos), casi da la impresión de que a Hajime Komoto hay que obligarle a trabajar. Si enfrentamos al manga que publica actualmente Norma Editorial en nuestro país con otras de sus producciones contemporáneas como pueden ser Guardianes de la Noche, My Hero Academia o la eterna One Piece nos damos cuenta de que cualquiera de aquellas contiene muchísima más planificación y cuidado por la continuidad que esta obra. Llegamos a Mashle #9 y nos enteramos de que no sólo Mash es hijo de Innocent Zero, sino que tiene un hermano con quien ha de luchar por convertirse en Visionario Divino. Llegamos a este número y la cantidad de hermanos de Mash no deja de crecer y el objetivo final de las pruebas para convertirse en Visionario Divino es un agujero de guión tan grande como mi cabeza (nota: mi cabeza es muy grande).

 

Lo que quiero decir con esto es que Komoto apenas planifica. Mashle funciona porque el mangaka tiene un sensacional sentido del humor y sabe muy bien qué es lo que ha de referenciar en cada momento para que los lectores sigan conectados a la historia y vuelvan a soltar una carcajada, pero el autor hace lo justo para que no le pille el toro de una entrega a la siguiente. Ahora que Crunchyroll ha estrenado la versión animada del manga (y que incluso lo está doblando al castellano) merece la pena volver a verse los primeros capítulos de la historia para darnos cuenta de cómo la manera en que funcionan la magia y los hechizos de cada mago no terminaron de concretarse hasta el sexto episodio (incluso podría decirse que un poco más tarde). La ausencia de planificación provoca contradicciones y éstas pueden llegar a matar a una historia si no tiene nada más que ofrecer.

 

«Aquí no termina nada mientras yo esté para impedirlo«

 

Por suerte, como decía, Mashle es una máquina de generar carcajadas. Como cuando Mash ataca a Domina haciendo rana con una piedra o esos comentarios ‘de tranquis’ que suelta en mitad de cada pelea. Eso y que Komoto debe tener detrás a un editor enganchado a los antiácidos y con una úlcera en proceso, que va guiando al mangaka para que la historia no encalle a la primera de cambio. El giro al shonen más clásico que experimenta Mashle a partir de esta saga (penúltima antes del final que está ahora mismo publicándose en Japón) es una clara estrategia editorial para tratar de insuflar nuevas energías a este manga y hacer que pueda llegar a buen puerto sin que termine siendo cancelado en el trayecto.

 

Mashle #11

Mashle #11

 

Podría parecer por lo que escribo que no termina de gustarme esta serie, y nada más lejos de la realidad. Adoro Mashle y creo firmemente que cualquier fan de Harry Potter se mearía con gran parte de lo que está aquí escrito, pero me llaman la atención los muy diferentes caracteres de autores que se juntan bajo el paraguas del shonen. No imagino a Komoto asegurando (como sí hizo en su día Eichiro Oda) que duerme tres horas al día, aunque tampoco imagino a este mangaka aguantando una serie de la longitud de One Piece. Me preocupa, sin embargo, qué pasará con Komoto cuando ya no exista Mashle. Masashi Kishimoto ha tratado de replicar en varias ocasiones el éxito de Naruto sin ningún éxito. Lo mismo le ha ocurrido a Tite Kubo después de Bleach. pero Naruto y Bleach siguen generando enormes beneficios a día de hoy y dudo que Mashle haga lo propio dentro de diez años.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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