De este modo, desde el principio del filme el capitalista e individualista Tony Stark, es representado como dijo Stan Lee, en un Howard Hughes con todos los valores positivos y negativos que esto conlleva, defendiéndose de su gobierno en un juicio contra sus intereses y en cuya defensa esgrime razones como «he privatizado con éxito la paz mundial». Esta afirmación, refleja el sentir de una sociedad hipercapitalizada que somete económicamente valores absolutos como la paz, dentro de la lógica del ente empresarial, donde los ricos ya no ayudan simplemente con sus fundaciones y donaciones, sino que participan activamente mediante sus corporaciones en el bienestar social común. Es evidente que ante esta utópica reflexión, aparezca un antagonista ruso, que refleja los valores del anticapitalismo y se esfuerce en destruir al protagonista y lo que este representa.
Iron Man 2: El Prometeo del Siglo XXI
El cómic clásico de la postguerra mundial y más concretamente el de Marvel, peca de reduccionista en la representación simplista de sus personajes, reflejados como arquetipos básicos y reconocibles dentro de una sociedad basada en opuestos evidentes o en la representación de materias absolutas como la paz o el conflicto mundial, el bien o el mal, véase Spider Man o Hulk. Las adaptaciones cinematográficas de dichos cómics, han sabido mantener ese reduccionismo adaptando a la actualidad en un retrato minimalista los terrores y valores que en el mundo actual occidental existen, pero sin tomarse muy en serio, cosa que en esta película concretamente se lleva al extremo y se agradece.
Como toda superproducción de estudio actual, la historia deviene en espectacularidad, clímax final sobreexplosionado, escenarios espectaculares innecesarios como el Gran Premio de Mónaco y personajes secundarios poco activos pero atractivos que se pavonean durante el metraje sin saber muy bien su cometido. Pero eso no quita que Iron Man 2 no merezca la pena, al menos como fábula actual de los temores que la macroeconomía actual recoge, como es el caso de «la sustitución de la carrera armamentística por la carrera energética». Para cerrar la trilogía, dadas las puertas que este film abre a una tercera película, el antagonista del siguiente film debería ser de etnia árabe y provenir de la cuna mesopotámica para terminar siendo un crisol coherente de los temores occidentales del siglo XXI.
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