«Y benditas sean estas treinta cajas de cañones Banner«
Esta es la historia de dos regresos.
Por un lado tenemos a Frank Castle, a.k.a. El Castigador (a.k.a. Punisher), con su primera serie en solitario en años si no contamos la cachondada que fue aquel tomo único de Panini de La Banda Asesina del Castigador hace ahora algo más de dos años. Castle es uno de los personajes más controvertidos de la Casa de las Ideas, un señor que vio cómo la mafia le quitaba la vida a todas las personas a las que apreciaba delante de sus ojos y que, enfermo de ira, decidió convertirse en el justiciero definitivo: uno que no dejara supervivientes a los que llevar a la cárcel, uno con una visión tal de la justicia que cuando Donny Cates lo mezcló con el Motorista Fantasma y le otorgó la Mirada del Penitente a pocos nos llegó a sorprender en el fondo. Y seamos francos, los personajes así suelen tener tirón. Tanto que cuando Punisher apareció en la serie de Netflix (ahora de Disney+) Daredevil, muy pronto se hizo con su propia serie, lo cual fue ampliamente celebrado.
¿Y cómo es que un personaje así ha desaparecido de nuestras estanterías? Pues porque ese símbolo suyo, esa calavera en una camiseta, fue utilizado por el movimiento ultraderechista norteamericano QAnon como gancho para el reclutamiento allá por 2020 (justo cuando salió el spin-off de la Guerra de los Reinos que mencionaba antes) y Marvel, como es obvio, no quiso tener nada que ver con toda esta historia. Así que Frank se fue a la nevera y, ahora que vuelve, lo hace con el logo algo cambiado y con una historia que viene a remover su statu quo en la editorial para ver si, con un poco de suerte, se puede hacer evolucionar a un hombre siempre asociado a la tragedia que vivió.
«Ése es el camino de los enfermos. De los veteranos de la guerra más antigua«
¿Y por el otro? Por el otro tenemos a Jason Aaron, un señor que nunca se ha llegado a ir del todo, pero que pocos recuerdan ya por sus gloriosas etapas al frente de Thor y Lobezno y la Patrulla-X dado lo nefasta que está siendo su actual gira por las páginas de Los Vengadores. Aaron, que a mí también me flipó al frente de Lobezno y del Doctor Extraño, me parece un tipo que disfruta enormemente cuando tiene en sus manos a un único personaje protagonista y que lo pasa verdaderamente mal cuando tiene que manejar a un gran grupo de estrellas. Es un especialista en diseccionar, desmontar y reconstruir héroes, pero se ha visto superado por la trascendencia necesaria de las historias de los Héroes Más Poderosos de la Tierra en un momento editorial en el que Marvel le tiene un poco de alergia a los grandes eventos editoriales. Para el guionista, esta miniserie de trece números (en los que se va a colar algún extra) supone la oportunidad de demostrar que sigue brillando por méritos propios ante los lectores.
Y lo cierto es que el primer número nos hace comenzar a tener esperanzas. Nos encontramos, de golpe y porrazo, con un Frank que se ha convertido en el principal líder de La Mano, el mayor grupo de asesinos de Marvel. En esta primera entrega le vemos cortar y acuchillar a un par de decenas de enemigos (y futuros aliados) en una trama que va a ir en dos tiempos: por un lado el presente, con un Castigador entregado a la causa, pero dejando pistas suficientes de que quizás mantenga una agenda secreta. Y por el otro el del pasado, centrado en contarnos cómo ha acabado un justiciero como él en un barrio como éste. La serie desprende un cierto aroma al Aaron de los primeros tiempos al frente de Lobezno… Y eso no podían ser mejores noticias.
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