«Sé que me encerraste durante años. Sé que te doy miedo«
Al Ewing está haciéndole un tremendo favor a Hulk. Una serie que siempre ha sido de las más complicadas de hacer interesante ha logrado colocarse como uno de los buques insignia de la Casa de las Ideas a través de un relato terrorífico que reivindica no sólo el lado más salvaje de su protagonista, sino ese rollito de Doctor Jekyll y Mr. Hyde que sirvió de inspiración inicial para la serie y que ahora podemos ver de verdad reflejado en una versión del goliat esmeralda que, ahora sí, nos recuerda mucho al personaje de Robert Louis Stevenson. Porque tiene más de villano que de héroe, porque la noche es su momento y porque desprende un carisma salvaje que nos tiene hechizados a los lectores. El Hulk Diablo es una de las mejores / peores cosas que le han pasado a Bruce Banner.
Llegamos en El Inmortal Hulk #8 (#83) al final de la saga que estábamos leyendo. Se acaba la travesía por el infierno para Hulk y sus aliados (vivos y muertos) con el enfrentamiento que todos estábamos esperando y con el reencuentro entre Hulk y Banner que va a marcar un nuevo hito en la relación entre ambas caras de la misma moneda a partir de ahora. Hulk Diablo no se establece como un contrincante para su contrapartida humana, ni como una bestia salvaje encerrada en su subconsciente, sino como un sustituto de la figura paterna que el científico nunca ha tenido (basta con leer esta saga para saber que el padre de Bruce no cuenta como tal). Esto tiene varias implicaciones que, espero, vamos a explorar en profundidad a partir de ahora de la mano de Ewing.
«Necesitaba un padre. O algo… algo parecido a un padre«
La primera de todas ellas es que el humano y el monstruo dejan de estar enfrentados. El día sigue siendo de Banner y la noche de su contrapartida monstruosa, pero ahora nuestro escuálido protagonista va a descansar tranquilo cada vez que la bestia salga. La segunda, que se me ocurre, parte del hecho de que si Hulk se convierte en el ‘padre’ que Bruce nunca tuvo, éste último podría, como todo hijo, tratar de aprender e imitar a su modelo y protector. ¿Ocurrirá? No lo sabemos, pero sin darnos tiempo a respirar Al Ewing ya nos lanza a la siguiente saga. Y en ella vuelve un viejo amigo del piel verde para ayudarnos a comprender todo lo que conlleva esta nueva relación: Leonard Samson, el terapeuta de los monstruos gamma.
Samson llega con un doble objetivo: por un lado, tenerle cerca nos va a ayudar a comprender mejor al monstruo que la muerte y resurrección de Banner han traído al mundo, por el otro, el propio Samson viene a tratar de averiguar el porqué de este ciclo eterno de fallecimientos y vueltas a la vida en el que, al parecer, no sólo está atrapado Banner, sino todos los miembros del selecto club de la radiación gamma. Esto, por supuesto, nos va a llevar a revisitar a toda la galería de aliados y enemigos del gigante, comenzando por una Betty Ross que ya está de vuelta de todo y por un recientemente fallecido Thaddeus ‘Trueno’ Ross (que algo me dice que no va a permanecer mucho tiempo en este estado).
La serie, lejos de suavizarse con la llegada de nuevos personajes y la ‘paternidad’ de su protagonista principal, resulta cada vez más inquietante y tenebrosa. Hulk Diablo representa todo lo oscuro que ronda nuestras mentes cuando nos cansamos de la manera en que funciona el mundo. Es el monstruo que nunca dejamos salir, pero también es aquel con el que siempre fantaseamos liberar. Resulta inquietante porque es fácil verse reflejado en él. Pero también precisamente por ello resulta imposible desviar la mirada de lo que se cuenta en este cómic.
Deja un comentario: