«Lo mínimo que podrías hacer es reírte de mis chistes«
Penúltima etapa del largo viaje a ninguna parte que le han encargado a Matthew Rosenberg. Cuanto más cerca está el final de su Imposible Patrulla-X, más patente es el tono oscuro de su relato. Y no es que la historia que nos esté vendiendo el autor de La Resurrección de Fénix haya comenzado siendo todo chistes y globos de colores, pero cuanto más avanza la trama y más cadáveres se van amontonando a la puerta de la base de Scott Summers y los suyos, más se nota el hecho de que la trama de Patrulla-X Desunida sigue abierta y funcionando, con sus consecuencias golpeando a nuestros protagonistas una y otra vez, como las ondas que surgen en un estanque tras el lanzamiento de una piedra en su centro.
La cruzada emprendida por Cíclope y Lobezno se queda sin una de sus patas a las primeras de cambio en esta entrega y no tarda mucho en tener que enfrentarse a enemigos tan clásicos de la formación como pueden serlo los Merodeadores o, cómo no, Mr. Siniestro. Pero no son estas batallas, ni la cantidad de bajas que las mismas tienen como consecuencia, lo que de verdad importa en este volumen. No. Lo que de verdad importa, y algo ya nos adelanta la portada, es el regreso de Emma Frost al tablero de juego tras su escarceo con la villanía al final de la guerra entre mutantes e inhumanos. La Reina Negra del Club del Fuego Infernal no viajó al mundo de fantasía creado por la cabeza de un moribundo X-Man, sino que se ha quedado en la pesadilla antimutante en la que se ha convertido la realidad que nos trae cada mes a nuestras librerías Panini desde hace ya algún tiempo. Y ahora nos toca averiguar qué es lo que ha estado haciendo esta poderosa telépata.
«Vaya, el día de hoy cada vez es más delicioso«
Y la realidad no sirve para darnos algo de esperanza de cara al futuro inmediato de la Patrulla. La que fuera una de las líderes de la Patrulla en tiempos del Cíclope terrorista permanece en las sombras de este tenebroso mundo hasta que cae en las garras del general que ha estado detrás de la muerte de gran parte de los guerreros que se quedaron para defender a la gente X. Rosenberg nos cuenta lo suficiente como para que, aun sin llegar a perdonar a la psíquica por su papel en las guerras contra los súbditos de Medusa, comencemos a sentir lástima por su actual situación. Todo con tal de arrastrarnos a una gran confrontación final en el siguiente número que servirá para terminar de arrastrar a los chicos y chicas de Cíclope por el barro mientras esperamos a que Jonathan Hickman vuelva a iluminar nuestras miradas.
De fondo, sigue desarrollándose el manido tema de la vacuna antimutante. El recurso de la Bestia Negra termina por explotarles en la cara a nuestros protagonistas en esta entrega, pero siembra la semilla de lo que ha de venir después de este autor en las cabeceras mutantes. Porque no tengo muy claros los planes de Hickman para la colección (o colecciones), pero dudo mucho que la existencia de un compuesto capaz de evitar la aparición de nuevos hombres y mujeres-X sea algo que le interese especialmente a la mente que nos trajo las fantabulosas Secret Wars de 2015. Los mutantes deben caer y besar la lona, tal y como se decidió al tratar de replicar los Vengadores Desunidos de Brian Michael Bendis, pero han de tener la capacidad de volver a levantarse para ser los protagonistas de una nueva etapa que se adivina ilusionante.
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