Tanto Chip Zdarsky como Mark Bagley son viejos conocidos del entorno arácnido. El primero tiene un Eisner gracias a su trabajo con el personaje, mientras que el segundo es historia viva del mismo gracias a sus largas etapas en The Amazing Spider-Man y Ultimate Spider-Man. Se trata de dos personas muy capaces y conocedoras de lo que significa ser Peter Parker. No extraña, pues, verles acometer una empresa tan especial como la de Spiderman: Toda una vida.
Este volumen, incluido en la línea 100% Marvel HC de Panini Cómics, es todo un experimento, una rareza que explora no solo a nuestro amistoso vecino, sino a todo el universo Marvel desde una perspectiva muy especial, que aporta una mirada cargada de humanidad al superhéroe y su vida. Zdarsky y Bagley nos plantean un relato en el que los grandes hitos de la trayectoria editorial de Spiderman transcurren en tiempo real, caminando desde 1966 hasta 2019. Es decir, Peter y su entorno van envejeciendo según viven sus aventuras, a diferencia de lo que sucede en el resto de sus series y colecciones.
Este hecho le da al personaje y su mundo un carácter ciertamente más trágico y realista porque toda acción tiene sus consecuencias. No desaparecen al pasar de página o al acabar un capítulo. Siguen ahí y se acumulan, cicatrizando o enquistándose según el caso y sirviendo de aprendizaje, forjando sus destinos a uno u otro lado de la balanza. Hay una búsqueda por parte de los autores de situar a los personajes en el entorno más verosímil posible, imaginando a largo plazo las derivadas en la comunidad superheroica de conflictos reales como el de Vietnam o propios del unvierso Marvel como las Secret Wars o la primera Guerra Civil.
Obviamente el equipo creativo se centra en Spiderman y hay situaciones de carácter más general en las que no pueden detenerse demasiado, pero aportan el suficiente contexto para enriquecer la lectura y captar el interés del público en el mundo que van creando página a página. Hay muchos aciertos en cuanto a la forma de reimaginar ciertos conflictos (como los de Norman Osborn o Kraven) y la relación de Peter con algunos de sus compañeros de viaje.
Pero también hay determinados errores que dejan un poso agridulce al cerrar el libro. La limitación espacial hace que alguna (muy importante) trama confunda las elipsis con lagunas argumentales o que otras entren en incongruencias. Y más allá de si estamos de acuerdo o no con la selección de hitos (habrá quien quiera ver reflejada una u otra aventura), el problema principal radica en el tratamiento que se hace de Peter. Se le dan palos por todas partes y entra en una dinámica depresiva, de culebrón, que rompe con una de sus características definitorias, su optimismo y jovialidad, incapaz de rendirse ante la adversidad.
Tomándose Toda una vida como una suerte de What if y como el experimento que es, es una lectura muy disfrutable que nos ofrece un interesante recorrido por la historia del trepamuros, reivindicando el legado de autores tan dispares como Gerry Conway, J. M. DeMatteis, J. M. Straczynski o Dan Slott.
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