Avanzamos en nuestro repaso por algunas de las películas que hemos podido ver a lo largo de esta edición del festival de San Sebastián.
As you are de Miles Joris-Peyrafitte
Directa desde Sundance se presentaba en Sección Oficial esta película que narra la historia de dos chavales que a raíz del emparejamiento de sus padres comienzan una peculiar y, a ratos, tormentosa relación de amistad. Aunque a primera vista, parezca que estamos (una vez más) ante la típica dramamedia indie americana, carnaza de Sundance, con música country y demás arquetipos. As you are se presenta como algo totalmente nuevo, un juego con la mente y el alma del espectador que se fundamenta en la música y filosofía del grupo Nirvana (aunque nunca llegue a sonar). La prueba de que se trata de una obra especial es la reacción del público y prensa: una desconcertante mezcla de aplausos, abucheos y pitidos. Personalmente me considero admirador de la película, ya que otorga una visión de la amistad de una manera muy cierta y cercana, con un estilo personal pero al alcance de todos y aunque utilice el flashback en su desarrollo es una película misteriosa y diferente.
Yo, Daniel Blake de Ken Loach
Loach contraataca y, de nuevo, presenta un drama social de ‘inglesitos pobres’; en esta ocasión narra la epopeya de Daniel Blake para conseguir el reconocimiento de dependencia y una pensión por parte del estado. Teniendo en cuenta lo inflada que llegaba esta película (y más inflada que se va con el premio del público) al haber ganado la Palma de oro en el último Festival de Cannes, es normal que la decepción sea absoluta y es que Yo, Daniel Blake no es, ni mucho menos, una mala película pero de ahí a ganar el máximo premio en el mayor festival del mundo… El problema de la película es que se trata de algo que ya hemos visto mil veces en el cine de Loach y que sigue el camino de los dramas sociales británicos como Billy Elliot, Pride o Full Monty y es el de camuflar todo el drama en un humor ácido que se ríe de personajes y situaciones miserables. La película tiene un buen arranque y un correcto desarrollo, pero a Loach se le va la mano en la parte final al querer convertir su película en un producto ñoño y sensiblero que solo busca las lágrimas del espectador. También decir que visualmente no tiene personalidad alguna y que no aporta nada que no se haya visto en otra película del director; y en cuanto a la reacción del público, si viviésemos en otros tiempos no hubiese sido ni la mitad de cercana e idolatrada de lo que está siendo ahora.
Playground de Bartosz M. Kowalski
La que ha sido, probablemente, la cinta más polémica del festival es este drama polaco que pretende hacer reflejo de la violencia infantil cruzando las historias de tres niños. Y digo polémica porque desde el primer pase de prensa, no hubo consenso alguno entre prensa y público y la película dividió completamente a sus espectadores ¿obra maestra o fraude? ¿Arte o sensacionalismo? La película generó el abandono de un grupo considerable de personas en su pase oficial (público y jurado) en el Kursaal 1 además de disputas tras los gritos al director de ‘depravado’ y ‘enfermo’. No entiendo el escándalo por las imágenes mostradas en la película, ni tampoco el debate violencia sí o no, cuando luego podemos ver Saw y sus secuelas en bucle sin llevarnos las manos a la cabeza, quizá el problema de esta obra, lo que asusta e impacta, es que se trata de algo real; obviando todo esto, entremos en el debate de si es buena o no que siempre es algo bien recibido en los círculos cinéfilos.
Se ve que el director conoce muy bien la obra de Haneke y Von Trier, además de haber visto varias veces Elephant de Gus Van Sant (Palma de Oro en el Festival de Cannes), puesto que la película es un corta pega de secuencias de las obras aquí citadas: arranca la cinta con varios planos al estilo Elephant en los que la cámara persigue a los protagonistas por sus casas y camino al colegio, en la vivienda de uno de ellos empieza a sonar Lascia Ch’io Pianga, el aria de Haendel, mientras golpea con fuerza a su padre (Anticristo y Nymphomaniac vol. 2 donde se muestra la violencia con esa pieza musical) el uso del fuera de plano recuerda muchísimo al cine de Haneke en general (secuencia de la puerta en La cinta blanca). Por otro lado, el montaje de la película es torpe y lento (en ningún momento se entra en la película) y hay ciertas secuencias, la pelea en las ruinas, que están mal rodadas y montadas ya que el espectador no llega a ubicarse en el espacio y solo ve una cámara moverse de manera epiléptica. Otro problema importante se evidencia en el guión, que no justifica absolutamente nada (ni de forma explícita, ni implícita) y por mucho que se quiera mostrar la violencia como naturaleza humana no sé consigue, algo que si lograron los directores antes citados e incluso Terrence Malick en Tierras malas y La delgada línea roja. La conclusión que sacamos de esto es que probablemente el director tuviese una idea genial, impecable y limpia en su cabeza, pero llevada a la práctica resulta caótica, bizarra y desagradable; a parte de carente de estilo y personalidad.
Fuego en el mar de Gianfranco Rosi
Este documental, ganador del Oso de Oro en Berlín y definido por Meryl Streep (presidenta del jurado) como «cine urgente, imaginativo y necesario», se centra en la realidad de la isla de Lampedusa y la masiva llegada de refugiados. La visión que tiene Rosi del género, es peculiar e interesante, ya que no sólo se digna a grabar imágenes reales, hacer entrevistas y montarlo; si no que se olvida de las fórmulas tradicionales y crea una historia naturalista en la que cruza la dura realidad de la inmigración (con imágenes de los barcos de rescate y de la trágica catástrofe humanitaria) con la historia (deduzco pseudoguionada) de una serie de habitantes de Lampedusa, especialmente de un niño. Me parece un absoluto acierto la denuncia que pretende hacer con esto, ya que consigue mostrar como esta realidad forma ya parte de la vida de los habitantes de la isla (metáfora de toda Europa) y como el recibir cada día centenares de cadáveres no distorsiona su idílica, pero miserable, vida. Me fascinó el realismo de todas las imágenes, especialmente la parte ficticia porque pese a estar guionizado y dirigido, resulta muy natural y (aunque alguno quiera asesinarme por esta comparativa) tiene un cierto parecido al prólogo de ‘Las mil y una noches’ de Miguel Gomes.
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