Tras la finalización de la etapa de Scott Snyder / Charles Soule al frente de las aventuras de Alec Holland nos habíamos quedado huérfanos de nuevas historias acerca del avatar del verde. A fin de solucionar tal situación en la planta noble de DC Comics decidieron que la mejor opción era recurrir a Len Wein, uno de los padres de la criatura, para que llevara a cabo una miniserie de seis números que recuperara el tono clásico de sus relatos. Ahora ECC Ediciones recopila dicha colección en un tomo en cartoné que incluye las portadas originales y un pequeño texto de Jorge García.
Acompañando al veterano artista nos encontramos con el dibujante Kelley Jones (a quien ya pudimos ver en Batman: Vampiro) realizando un trabajo que va muy en sintonía con la historia que se nos presenta. La intención del guionista es la de evocar un clasicismo que se había perdido con los años, aunque quizás sea demasiado ingenuo para el lector contemporáneo. Wein aspira a reecontrarse con el toque terrorífico y aventurero que hizo popular al monstruo en su momento, al mismo tiempo que busca ponerlo en el centro de la vertiente sobrenatural del cosmos deceíta. Sin embargo tanto la historia como el dibujo resultan un tanto anticuados.
El guion sigue unos cauces muy marcados, fácilmente identificables por el lector, lo que le resta cierto interés a la experiencia. Sí, es una obra entretenida, pero también olvidable. Solo imprescindible para verdaderos creyentes de La Cosa del Pantano. La miniserie (compuesta de seis números) sigue a Holland por una suerte de crisis vital motivada por el recuerdo de su antigua vida como una persona normal. Pero esto es algo que el escritor no atina a ciudar y desarrollar. Enreda el conflicto del personaje con una amenaza externa que en una serie abierta no sería más que un villano segundón, carne de relleno entre grandes sagas. Una amenaza que, además, se diluye a la mitad de la historia. Tal como sucediera (por citar un ejemplo bastante ilustrativo) en la adaptación de La broma asesina de Batman, llegados al ecuador del relato comienza una nueva aventura que se desentiende de todo lo anterior. Al final tenemos dos breves historias cuya única conexión es la aparición de personajes que se repiten en una y otra y en las que hay un exceso de paja. Los intentos de Wein de darle cierta comicidad a algunos diálogos para desengrasar tampoco ayudan, principalmente porque no consigue llegar al tono tenebroso para el que esos descargos cómicos sirvan como tal.
Jones tampoco está muy atinado en el dibujo. La composición de las páginas es excesivamente convencional, se limita a ilustrar la historia, no a servir como elemento narrativo y ponteciar la historia. Se queda en un segundo plano, desluciéndose. En general estamos ante un trabajo perezoso, apto sobre todo para completistas.
Deja un comentario: