Menudo tomo nos ha traído Panini Cómics. La cuarta entrega de La Imposible Patrulla-X de Chris Claremont no puede ser más emocionante. Un arco acotado al evento Dinastía de M con un número final que se enmarca entre los imprescindibles para entender el cosmos mutante post-día M y un relato en el que el guionista agita los fantasmas de Fénix y Jean Grey de la forma más cruel posible (y eso que Panini ya editó uno de los tomos de la colección como «la herida más cruel«).

«No lo entiendes, ¡cuando les miro, veo fantasmas!«

Lo que hace el veterano guionista con Dinastía de M es digno de elogio. Lejos de hacer como en otras cabeceras marvelitas y plantar el nuevo escenario como si nada, lo que nos propone Claremont es una entrada suave, pero implacable, al evento. Aprovechando la particular naturaleza de Otromundo y los personajes de su entorno (con Capitán Britania a la cabeza), arranca su aventura narrando cómo se produjo el cambio de una realidad a otra. Los protagonistas de la aventura son conscientes del cambio que se está produciendo y anuncian las terribles consecuencias en caso de no poder revertir la situación a tiempo.

A partir de ahí, ya desde el segundo capítulo en adelante, la historia sigue el esquema de analizar el problema y buscar una solución. Lo interesante, como decimos, es que parte de unos personajes «externos», conscientes de que algo anda mal, y que buscan una manera de resolver el entuerto. ¿Qué consigue con esto? Primero, y más importante, no contraer deudas con la trama principal del evento. De hecho, uno puede acercarse a la lectura de este arco argumental sin tener presente Dinastía de M (la cosa ya cambia en el epílogo, pero ya hablaremos de él). Funciona con enorme autonomía. Y segundo, en relación a lo anterior, el peaje que supone siempre rendir pleitesía al evento de turno es mínimo. Perfectamente podríamos estar ante un arco convencional de La Imposible Patrulla-X. Claremont no solo aporta un interesantísimo background al evento orquestado por Brian Michael Bendis, sino que su relato tiene la suficiente fuerza como para no depender de la trama principal.

Pero claro… «No más mutantes«. La fatídica frase creó unas heridas que no se cerraron hasta bien entrada la etapa krakoana. Y ahí entra el epílogo. Más del 90% de los mutantes dejaron de serlo de la noche a la mañana. ¿Cómo explicar la tragedia? Dos páginas tan explícitas como desgarradoras le sirven al equipo creativo encabezado por Claremont para retratar la pesadilla en la que había despertado el homo superior. Este número, además, sirve al escritor para reconciliarse con una hundida Emma Frost. Nada como el dolor para unir a las personas. Se trata de un capítulo imprescindible para entender en toda su gravedad el estado emocional de la franquicia. Porque una sola derrota más podría significar la extinción sin paliativos.

El segundo de los arcos incluidos en el volumen toma a Rachel Grey como protagonista. Ya con el nuevo statu quo instaurado, la telépata se reúne con sus abuelos para estrechar lazos y conocer a esa familia que le fue arrebatada en el futuro distópico del que procede (el infausto mundo de Días del futuro pasado). Pero hay quienes, como los shi’ar, que nunca olvidan. Y el vástago del fénix y actual portadora del mismo debe pagar por los pecados de su madre.

Esta es otra historia terrible. Una de esas heridas que no cicatrizan nunca y cuyos antecedentes vienen de lejos, de la época más gloriosa del patriarca mutante al frente de la franquicia. Por suerte, quien más y quien menos conoce la historia y el porqué de los acontecimientos son claros para veteranos y neófitos. Claremont propone un ardiente final de tomo que despeja el camino para la que sería su despedida de la colección. Pero para ello tendremos que esperar a la lectura de Estrella errante.