«Ahora que lo pienso… Este no es mi trabajo, ¿no?«
Que el gran arco argumental del Osenkai significó un cambio en las mecánicas de Murciélago es algo que ya vimos en el número anterior de la serie de Kana Yoshimura. Ahora, tras un noveno tomo tan loco y divertido que no hizo más que descolocarnos, Kuroko y compañía vuelven a la ‘normalidad’ de sus vidas en un número que nos lleva de pesca, pero el habitual ritmo de un caso por tomo queda ya oficialmente roto y habremos de esperar a la siguiente entrega (prevista para finales de este mes) para descubrir qué narices está ocurriendo con las desapariciones que comienza a investigar la protagonista de este manga.
Pero volviendo al comienzo de este tomo, la verdad es que se nota bastante la evolución del mangaka a la hora de contar historias. La trama, que comienza con una sencilla visita al acuario, se va complicando muy poco a poco y las pistas y los sucesos escabrosos van apareciendo con cuentagotas. Me recuerda hasta cierto punto a la mecánica que he leído tantas veces en los cómics de Detective Conan: situación cotidiana, descubrimiento de un cadáver y pistas por goteo hasta la resolución del asesinato. Sólo que aquí la cosa se va complicando de manera gradual para pasar de lo que parece una muerte accidental a un más que probable asesinato y de éste a una ola de desapariciones que comienzan a apuntar en la dirección de, quizás, un asesino en serie. Todo ello mientras la trama se desarrolla de una manera orgánica, lógica y mucho menos apresurada que en anteriores tomos.
«Asistían al oficio cada domingo«
El humor basto y las expresiones salidas de la protagonista siguen ahí, pero en general tenemos un tomo bastante más serio que los que hemos leído hasta ahora. Kuroko, en lugar de ir levitando de aquí para allá y tratando de entrarle a cada mujer de la trama, parece más centrada en el descubrimiento de la verdad tras la aparición del brazo cortado con la que comienza este arco. Centrada… hasta que se le presenta la oportunidad de ‘conocer mejor’ al nuevo personaje que se nos presenta: Sui, una inocente chica que tiene toda la pinta que va a caer en la red de pescar de la pervertida asesina metida a consultora de la policía.
The Deep One, que es como se titula este nuevo arco argumental del manga que publica en España Panini tiene otros dos detalles que me han llamado la atención. Por un lado (aunque esto ya nos lo olíamos con lo mucho que se ha hablado del tema en tomos anteriores), nos revela al autor como un gran fan de la gastronomía nipona y un aficionado a todo lo que rodea a los pescados y mariscos del riquísimo caladero en el que pesca este país. Por el otro (y esto me hace bastante gracia), Yoshimura deja claro que ni conoce ni le interesa lo más mínimo (más allá del fetichismo) la religión cristiana (y con ella probablemente a cualquier otro tipo de religión). Las alusiones a la misma de este número, sin llegar a ser ofensivas, dejan claro su desconocimiento y su mayor interés por ver cómo se relacionan las religiones con el sistema legal nipón que por sus mecánicas internas.
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