«Este maldito cacharro me va a matar«
Ya está. Se acabó la pelea más dura de todos los tiempos. La de Thor contra su martillo, contra los errores de su padre condensados en una tormenta cabreada y aliada con los restos espirituales del Mangog. Ahora le toca al dios del Trueno asumir de verdad el manto de Rey de Asgard que parecía haber ya reclamado con el fin de la etapa de Jason Aaron y que Donny Cates volvió a poner en stand-by. Se entiende: porque no es lo mismo coger la corona y tener a tu padre jubilado en Abu-D…. el espacio exterior, que tener que sucederlo por el imperativo que supone el que ya no esté físicamente en nuestro mundo. Así, Thor no sólo asume el puesto de su padre, sino que se hace con sus poderes divinos (¿vienen a sumarse a los de la tormenta? ¿y a los del Fénix que nos está contando Aaron en sus Vengadores?) y cambia definitivamente (bueno, todo lo definitivamente que se pueda en Marvel) de estatus dentro de la editorial cuyos cómics publica en España Panini.
Esto, que podría poner punto y final a nuestras esperanzas de que padre e hijo comenzaran a tratar de entenderse (tal y como comentábamos el mes pasado), da un giro brusco de timón con una revelación de última página que nos deja el culo torcido y, dentro de la clásica estrategia de la Casa de las Ideas de no cerrar nunca del todo una puerta, supone una agradable novedad que nos va a permitir explorar bastante más que hasta ahora la relación entre estos dos dioses asgardianos. La forma en la que el guionista llega a esta situación no sólo es innovadora, sino que permite jugar con el concepto de cómo lucha Thor y puede ser bastante divertida si se utiliza bien (y todos sabemos el gusto que tiene Cates por lo gamberro, así que puede que nos esperen tiempos interesantes).
«El aullido del trueno se oye por toda la galaxia«
Lo cierto es que el final de la batalla contra Mjolnir se desarrolla de una manera tan previsible que hasta aburre, pero el interés reside en los detalles y Cates nos deja un buen puñado de ellos para disfrutar. Vemos un martillo destruido y recompuesto que recuerda en cierta medida al que empuña Jane Foster en la película de Thor: Love & Thunder (¿funcionará igual?). Vemos también en qué medida afecta a Thor el uso y abuso de los poderes de su padre (lo cual seguramente sea un argumento para tratar más adelante, aunque hunda sus bases en la propia mitología comiquera de Odín). E incluso vemos, gracias al arte de Nic Klein, lo consumido que está nuestro protagonista tras meses de batallas y de gobernar un país de dioses atenazado por el miedo.
Todos son argumentos que se habrán de tratar en el futuro, pero que no llegarán a nuestras librerías hasta otoño, puesto que lo que toca ahora es un número especial que se ocupe de rendir el homenaje que se merece el Padre de Todos, desaparecido y no del mundo de los vivos y en un impasse antes de viajar definitivamente al Valhalla. Cates parecía habernos abandonado, pero ha sembrado una nueva esperanza y la serie ahora vuelve a armarse de motivos para que la sigamos con gusto.
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